lunes, 26 de marzo de 2012

LA GUERRA AL PARAGUAY - MIGUEL ÁNGEL DE MARCO

LA GUERRA AL PARAGUAY: Dr. Miguel Angel De Marco.

Como bien lo han expresado Carlos A. Floria y César A. García Belsun­ce en Historia de los argentinos, la Guerra del Paraguay, junto con las de unifi­cación alemana y de secesión de los Estados Unidos, constituyen los tres gran­des conflictos del siglo XIX; "grandes no sólo en sus proporciones militares, sino por su trascendencia en el desarrollo posterior de la historia continental. El triunfo del binomio Bismark-Moltke sobre Dinamarca, Austria y Francia (1864-1866 y 1870) condujo a la unificación alemana bajo la égida de Pru­sia, y al lanzamiento del nuevo Imperio Alemán a la conquista de la hegemo­nía económica y política de Europa en abierta competencia con Gran Breta­ña y Francia, proceso que desembocaría en la Gran Guerra de 1914-1918. La guerra de secesión (1860-1865) significó en su desenlace un poder y una es­tructura nacional más sólida y la conducción del país por la sociedad indus­trial del nordeste, factores ambos que dispusieron a los Estados Unidos a de­sempeñar un papel de potencia mundial a corto plazo. En cuanto a la guerra de la Triple Alianza, significó la destrucción de la única potencia mediterrá­nea de Sudamérica y el último gran acto de una polémica secular: la disputa fronteriza entre los imperios hispano y lusitano y sus respectivos herederos" .

Enseñanzas militares

Los tres fueron un extraordinario campo de experimentación en conduc­ción, armamentos terrestres y navales, sistemas de abastecimiento, transportes, comunicaciones, sanidad, etcétera. A su vez, quienes los condujeron, capitaliza­ron enseñanzas de otros grandes enfrentamientos de las décadas del 50 y el 60 del siglo XIX. La Guerra de Crimea, entre Francia, Gran Bretaña, el Piamon­te y Turquía contra Rusia (1854-1856), mostró la importancia del armamento moderno en los ejércitos terrestres y en las operaciones navales; las dificultades para superar con éxito las grandes defensas costeras (a la fortaleza de Humaitá se la llamó "la Sebastopol paraguaya" en recuerdo de la inexpugnable posición rusa), la importancia del apoyo logístico en las grandes concentraciones de combatientes, la necesidad de contar con hospitales bien equipados en campa­ña y en la retaguardia, y hasta el interés de proveer a una buena organización de la información a los ciudadanos de los respectivos países otorgando facili­dades a los corresponsales que siguiesen a los ejércitos y escuadras. Otro tanto ocurrió con la guerra que libraron Inglaterra, Francia y su aliada España en Cochinchina (1859); la lucha de Francia y el Piamonte contra los austríacos, que tuvo sus jornadas más cruentas en Magenta y Solferino (1859) (ante cuyo horror Henry Dunant concibió la idea de crear la Cruz Roja como eficaz mo­do de atender a las víctimas de futuros enfrentamientos bélicos) y la aventura de las fuerzas de las reinas Victoria e Isabel II y de Napoleón III para imponer un emperador mexicano, que puso en evidencia la bravura con que se defien­de la propia tierra frente la agresión extranjera. Como se sabe, España e Ingla­terra renunciaron pronto a tan descabellado proyecto y dejaron sola a Francia en su propósito de sostener a Maxirniliano de Habsburgo.
Mientras en México se luchaba sin pausa, los Estados Unidos entraban en su gran contienda fratricida. Ese encarnizado conflicto produjo múltiples en­señanzas: mostró el poder de los buques acorazados y la eficacia de las nuevas armas de retrocarga, la contundencia de la artillería de grueso calibre y de las baterías volantes en las batallas. Además dejó claramente evidenciado que de­trás del que combate debe funcionar otro ejército que le otorgue operativi­dad a través de la logística. Así, los medios de transporte, la independencia coordinada de las comisiones sanitarias cooperando con el cuerpo médico, la fabricación de armamentos, la sencillez y practicidad de los uniformes, la ela­boración y almacenamiento de víveres del ejército de la Unión, vencieron a las notorias deficiencias en todos esos rubros de las fuerzas confederadas.
Los cuatro contendientes en el Paraguay conocían bien estas lecciones aunque sólo pudieran aprovechadas parcial y deficientemente. El ejemplo de la organización militar del Norte en la contienda que había tocado a su fin poco antes de que se encendiera esta otra en la parte austral del continente era constantemente invocado por la prensa, por los hombres de Estado y por los diplomáticos. En carta del 16 de junio de 1865, el ministro plenipotencia­rio Domingo Faustino Sarmiento, que acababa de presenciar en Washington el impresionante desfile de 140.000 hombres frente a la Casa Blanca, le ex­presó al ministro de Relaciones Exteriores, Rufino de Elizalde, su inocultable admiración por la sencillez pero también por la eficacia del aparato militar que allí se mostraba.
A su vez, en la Guerra Franco Prusiana se recogieron útiles enseñanzas de las hostilidades de la Triple Alianza, tanto a través de informes diplomáticos y de la compulsa de la prensa, como en forma directa, mediante la terrible ex­periencia de Max von Versen, que había estado en el Paraguay como veedor en el ejército del mariscal López y, tras sufrir castigos y prisión, había sido res­catado por las tropas que perseguían a sus carceleros. Muchos años después, el oficial, convertido en mayor general y ayudante del káiser, propuso la adop­ción de la lanza de caballería argentina, cuya eficacia había comprobado du­rante el ataque que le dio la libertad 2. Las líneas de trincheras que tendieron los ingenieros militares europeos en la compleja geografia paraguaya fueron precursoras de las que costaron tantas vidas en los constantes ataques y con­traataques para ganar palmos de terreno en la Primera Guerra Mundial.


Los protagonistas

       Corresponde señalar brevemente la situación de los cuatro países protagonistas al iniciarse el gran drama que los enfrentó.
       La Argentina se encontraba en medio del proceso de Organización Nacional iniciado en 1852, luego de la batalla de Caseros en la que había caído la dictadura de Rosas. tras nueve años de secesión, Buenos Aires volvió efectivamente al seno del país luego de la batalla de Pavón (17 de septiembre de 1861), pues si el 11 de noviembre de 1859, recién  apagados los fragores de la batalla de Cepeda, se había acordado la incorporación del denominado Estado rebelde, éste había obsta utilizado toda posibilidad de hacerlo como una parte más de la Confederación Argentina, animado del propósito de ser siempre una especie de primus inter pares. La asunción del general Bartolomé Mitre a la presidencia de la República definitivamente unificada marcó el comienzo de una difícil época de afianzamiento institucional en la que tuvo que enfrentarse con la hostilidad latente en la mayoría de los habitantes de las provincias -excepto sus simpatizantes dentro del Partido Liberal- , que eclosionó en  levantamientos como los de Chacho Peñaloza (2862-1863) y con los disensos del autonomismo porteño, inclinado a mantener a toda costa la independencia política y económica de Buenos Aires con respecto al resto del país.
Según le recordó Mitre desde las páginas de La Nación a su sucesor Sar­miento -quien lo había acusado a través de El Nacional de haberle entrega­do el poder sin una escolta bien uniformada ni muebles decorosos en la Ca­sa de Gobierno-, cuando él había asumido la primera magistratura "todo el tesoro público consistía en una onza de oro falsa y dos monedas de plata de baja ley". Sin embargo, afirmó, había podido con ellas reorganizar las finan­zas, construir ferrocarriles y telégrafos y realizar otras obras indispensables, aunque no le hubiese alcanzado "para renovar las sillas y los sofas". Esa situa­ción había repercutido también en la faz defensiva interna y externa. Por otra parte, el desarrollo del país estaba acotado por el desierto -vastas regiones en poder de los indios- y por su escasez de habitantes, que no alcanzaban los dos millones, carencia que comenzó a ser paliada durante la administración de Mitre a través de la inmigración europea.
 En cuanto a sus relaciones internacionales, la Argentina dedicaba los es­casos recursos de  que disponía a atender sus vínculos con Gran Bretaña, Fran­cia y otras naciones de Europa. Acababan de producirse hechos que afectaban
 profundamente a pueblos americanos sin que el país hubiese adoptado una postura de enérgica reprobación ante las agresiones extracontinentales. Si re­sultó tibia su actitud ante la  aventura militar en México, no lo fue menos con respecto a a la guerra naval que España llevó a Chile y al Perú, a pesar de la presión ejercida por una parte de la prensa, por la  opinión pública y por la oposición política.
Esa indiferencia frente al conflicto del Pacífico tendría su costo. Cuando la Argentina se encontraba empeñada en la guerra de la Triple Alianza, desde Chi­le se alentó y subsidió el levantamiento montonero de Felipe Varela.
Las relaciones con los demás países limítrofes fueron igualmente difíciles.
El Brasil contaba por entonces con casi diez millones de habitantes, de los cuales algo menos de la mitad eran negros esclavos e indios. Regido por una monarquía constitucional cuya cabeza era el emperador Pedro II, hombre en­tregado al estudio de las ciencias, de carácter retraído y melancólico, la vida política estaba signada por la presencia de dos grandes partidos: el Conserva­dor y el Liberal. Pese al normal funcionamiento parlamentario, el monarca intervenía en forma directa en todas las cuestiones de Estado. Aun con convul­siones de la magnitud de la revolución republicana de Río Grande del Sur, y presiones de los terratenientes de los estados norteños, el Brasil presentaba la fisonomía de un país ordenado y progresista. No había renunciado a las pre­tensiones hegemónicas heredadas de Portugal, que lo habían llevado en el pa­sado a invadir al Uruguay y crear la República Cisplatina; a librar una guerra con la Argentina, a intervenir directa o indirectamente en sus enfrentamientos intestinos y a buscar resquicios por donde ejercer su influencia en el Pa­raguay. El Imperio contaba con un ejército de 30.000 hombres -dislocado en su inmensidad territorial, circunstancia que provocaría grandes dificultades de movilización al comenzar la guerra contra el Paraguay- y con una con­siderable marina, en la que no faltaban los modernos acorazados.
La República Oriental del Uruguay sufría aún las consecuencias de sus prolongados y tremendos enfrentamientos entre blancos y colorados, que venían desangrándola desde hacía décadas. Con una población de cuatrocien­tas mil almas soportaba una situación económica difícil, derivada de las esca­sas fuentes de recursos con que contaba y de las constantes revoluciones que agitaban su territorio. El general Venancio Flores, quien, tras haber sido de­rrocado en 1856 por los blancos y los colorados disidentes, había participado ac­tivamente en las luchas de la Organización Nacional argentina y comanda­do una división del ejército de Buenos Aires en Pavón, procuraba hacerse cargo del poder con la ayuda del Brasil. El caudillo colorado gozaba del triste privilegio de haber sido el responsable de la "matanza de Cañada de Gó­mez", ocurrida en noviembre de 1861, cuando sorprendió mientras dormían a fuerzas confederadas en ese punto del territorio santafesino y las eliminó sin piedad, con escaso costo de vidas para sus efectivos. Tras planear desde la propia sede de las autoridades argentinas una revolución contra el gobierno blanco de Bernardo Prudencia Berro, había desembarcado en armas en el Uruguay. En Buenos Aires, una parte de la prensa aplaudió lo ocurrido, pe­ro en el interior del país y particularmente en Entre Ríos surgió una vasta corriente de apoyo a los blancos, concretada en el envío de voluntarios, entre los que se encontraba un hijo del general Justo José de Urquiza.
En cuanto al Paraguay, exhibía una situación interna ordenada y homo­génea. Sometido a regímenes autoritarios, desde que en 1811 se había apar­tado de la autoridad de Buenos Aires, pasó a un completo aislamiento du­rante la cruel dictadura del doctor Gaspar Rodríguez Francia. Esa situación de apartamiento de las peleas que sacudían a algunos de sus vecinos, de co­hesión lograda por el terror y de prosperidad dentro de un esquema eco­nómico primario pero auto suficiente, le había permitido desarrollar diver­sos emprendimientos tras la muerte del Supremo. Luego de un interregno gubernativo asumió la presidencia Carlos Antonio López. Sin renunciar a un autoritarismo que no conocía límites, el mandatario actuó con sagaci­dad e inteligencia frente a sus vecinos e incluso ante las potencias extranje­ras. Mantuvo razonables buenas relaciones con la Argentina y con el Brasil, supo ser enérgico frente a las presiones de los Estados Unidos a raíz de un conflicto en el que actuó como mediador el entonces presidente Urquiza, y dio a su hijo Francisco Solano -quien debía reemplazarlo en la conduc­ción del Paraguay cuando muriera y asumió el mando el 16 de octubre de 1862- un consejo que no cumplió: que arreglase los problemas limítrofes con la pluma y no con la espada. Mientras el resto de los países del Plata su­frían las consecuencias de sus permanentes disensos fratricidas, el Paraguay creció mediante la explotación de sus principales productos: el tabaco, la yerba mate y la madera. Construyó un ferrocarril, tendió un telégrafo, abrió una fundición de hierro y fabricó papel y tejidos. Por otro lado, suministra­ba una más que aceptable instrucción a sus habitantes y contaba con un ejército de casi 20.000 hombres. Distaba, eso sí, de ser una potencia militar incontrastable, como se ha afirmado tantas veces, según lo demostró feha­cientemente Efraim Cardozo.
Algunos autores sostuvieron a fines de los años 60 y 70 de este siglo que la clave última para comprender la Guerra del Paraguay estaba en el imperia­lismo inglés. Argumentaron que hacia 1860 la crisis amenazó a la rama fun­damental de la industria textil británica: la algodonera, a raíz de que la guerra civil de Estados Unidos la había privado de su principal proveedor de materia prima
Con el fin de evitar en lo sucesivo la dependencia de una fuente pre­ponderante en el suministro de productos básicos --señalaban- la diplo­macia británica buscó en el ámbito de la cuenca del Plata un aprovisiona­miento alternativo de cereales en las llanuras pampeanas y uruguayas, y de al­godón en el Paraguay y en el nordeste argentino. Para lograr ese propósito contaba con aliados locales dispuestos a organizar las economías vernáculas en función de las necesidades de la "metrópoli". En ese contexto era preciso eli­minar el mal ejemplo del Paraguay estatista, de economía cerrada, autosufi­ciente y proteccionista y por tanto serio obstáculo al "librecambismo civiliza­dor": la guerra habría sido financiada por los empresarios ingleses para dejar a los países miembros de la Triple Alianza más endeudados y dependientes que antes.

Si bien puede admitirse que ésta pudo haber sido la consecuencia final de la guerra, parece falto de sustento atribuir a Gran Bretaña la responsabilidad del conflicto. Si se tiene en cuenta que su política tradicional fue impedir el dominio hegemónico de la cuenca del Plata por alguna de las dos naciones sudamericanas que lo disputaban, nada hubiese sido más incoherente que alentar la tendencia del Imperio de Pedro II a expandir su influencia sobre el Paraguay, luego de haberla acrecentado sobre la República Oriental del Uru­guay a partir de Caseros.
No es preciso buscar instigadores foráneos. La guerra fue el producto de la acción consciente de los gobiernos de los países involucrados. Que los re­sultados no respondieran a sus expectativas y a la postre afianzaran el control financiero británico, es otra cuestión.

Antecedentes inmediatos del conflicto

La situación política del Uruguay provocó una sucesión de acontecimien­tos que hicieron eclosionar viejas diferencias y alentaron otras nuevas. Al co­nocer el apoyo que en las esferas oficiales de la Argentina se brindaba a Ve­nancio Flores, el general Francisco Solano López experimentó una irreprimi­ble alarma. Buenos Aires, gobernada por Mitre, había subrayado antes de Pa­vón el papel del Paraguay como antemural de los propósitos expansivos del Imperio sobre la Argentina, a raíz del acercamiento entre la Confederación y el Brasil. Sin embargo, resultaban notorias las coincidencias de las alas radica­les del liberalismo de ambos países. Por otra parte, los enemigos de López residentes en la Argentina contaban con una facilidad de movimientos que no podía admitir quien se había formado en la escuela del autoritarismo había recibido el poder omnímodo por mandado de su padre. En junio de 1863, el gobierno uruguayo había detenido al vapor argentino Salto, que transportaba materia de guerra para Flores, peses a la afirmación del ministro Elizalde de que la Argentina era neutral, situación que exasperó aún más a los adversarios del gobierno de Mitre e hizo pensar al pre­sidente paraguayo, animado por el deseo de convertirse en árbitro del equili­brio en el Plata, que el gobernador de Entre Ríos y ex primer mandatario Urquiza iba a alzarse en armas contra el gobierno nacional para reinstaurar la Confederación sin Buenos Aires. Así se lo había hecho creer el cónsul de su país en Entre Ríos.
A raíz de la gran tensión existente, la Argentina y el Uruguay firmaron un protocolo por el cual ambos se declararon satisfechos con respecto a las recla­maciones recíprocas, fijaron bases de neutralidad y establecieron el arbitraje del emperador del Brasil para el caso de producirse diferencias en el futuro. Pero en septiembre llegó a Asunción un representante del presidente urugua­yo Bernardo Prudencio Berro con el fin de pedir protección para la indepen­dencia uruguaya y asegurar el "equilibrio continental", expresión y fórmula que por entonces se agitaba con fuerza en el Viejo Mundo. El doctor Octa­vio Lapido denunció ante López lo que tituló complicidad del gobierno ar­gentino con los revolucionarios colorados y manifestó que, si era necesario, su patria lucharía sola contra los adversarios que surgieran. El presidente para­guayo -carente de la prudencia de su padre y animado por un afan de pro­tagonismo que según algunos se vio acrecentado durante su permanencia en la Francia de Napoleón III- cayó en un dificil y peligroso juego. En efecto, López dirigió al presidente Mitre un enérgico reclamo en nombre de los in­tereses de su país y del equilibrio en el Plata, acompañando las denuncias de Lapido, quien, advertido de la gravedad de la situación, procuró dar marcha atrás. López no estuvo dispuesto a ello y ofreció su mediación en el conflic­to argentino-uruguayo. Esto hizo que el canciller oriental procurase modifi­car el protocolo y reemplazar a Pedro 11 por López como mediador. Pero el ministro de Relaciones Exteriores Elizalde respondió que hacerlo significaría desairar al emperador, y el documento quedó en definitiva como estaba. Ello acentuó el disgusto de López hacia las autoridades argentinas y originó la ma­nifestación del canciller paraguayo de que su país prescindía de las explicacio­nes argentinas y que en lo sucesivo actuaría libremente con respecto a la si­tuación uruguaya.
Brasil no quiso estar ausente en un conflicto en el que podía ganar influen­cia su tradicional rival, la Argentina. Favorecida su diplomacia por la asunción de un nuevo gabinete de corte decididamente liberal, dio urgentes pasos en apoyo del jefe revolucionario colorado Flores, aprovechando los reclamos de te­rratenientes fronterizos deseosos de extender su influencia sobre los feraces campos uruguayos, quienes argumentaban haber sufrido daños por parte de las fuerzas gubernamentales blancas. El Imperio protestó por las incursiones de tro­pas que perseguían a Flores, comenzó a brindarle apoyo militar y acrecentó los vínculos con los "halcones" argentinos, representados prominentemente por Elizalde .
Dicen Floria y García Belsunce: "La diplomacia brasileña se movilizó en­tonces para tomar parte en el problema, siguiendo las más antiguas tradicio­nes nacionales. Y si no podía desplazar la influencia argentina, se intentaba al menos llegar a un empate: unir la propia influencia a la argentina para limi­tarla en el compromiso. Brasil se lanzó entonces a apoyar francamente a Flo­res y adoptó una diplomacia simpática hacia Buenos Aires. La coincidencia li­beral favorecía el paso y Brasil hacía coincidir sus intereses con los nuestros para su beneficio".
Por su parte expresa Efraim Cardozo: "Desde que Brasil se había hecho pre­sente en el Estado Oriental, sin concitar la oposición argentina y despreciando la mano que le tendiera López, y desde que la prensa de Buenos Aires negaba abiertamente la autonomía paraguaya, sin tampoco merecer las tradicionales protestas brasileñas, López se consideraba autorizado a suponer que ambos paí­ses se estaban poniendo de acuerdo para fundar «nuevas bases de equilibrio en el Plata». ¿A la clásica concepción de dos potencias, el Brasil y la Argentina, que se vigilaban recíprocamente con igualdad de poderío para impedir que la independencia del Paraguay y del Uruguay se extinguiera, en beneficio del rival, ve­nía a suceder la idea de dos países que, olvidando sus seculares antagonismos se daban la mano para proceder al reparto amigable, en porciones salomónicas, del motivo de tantas discordias, de tal suerte que el equilibrio no quedara roto por­que el acrecentamiento de poder sería simultáneo y equivalente: el Uruguay pa­ra el Brasil y el Paraguay para la Argentina?".
Ante la ayuda que recibía Flores por parte del Imperio, el nuevo presi­dente uruguayo, Atanasio Aguirre, volvió a pedir apoyo al Paraguay. Mientras tanto, Mitre enviaba a José Mármol a Río de Janeiro para averiguar qué po­lítica seguiría el gobierno y convenir formas de acción conjunta.
Pero el Brasil ya se había lanzado resueltamente en su propósito de im­poner a Flores y con él su política en la antigua Banda Oriental. Apoyándo­se en la amenazadora presencia de su escuadra en el Río de la Plata, envióun ultimátum al gobierno uruguayo. Descolocado por la fuerza de los acon­tecimientos, Mitre propuso una mediación conjunta argentino-británica an­te blancos y colorados, para disminuir la influencia del Brasil, pero éste bloqueóla maniobra adhiriendo a la gestión. Como consecuencia de ella, el presiden­te Aguirre accedió a integrar su gabinete con ministros colorados, pero sus partidarios no quisieron que Flores ocupara la cartera de Guerra. En conse­cuencia, la concertación fracasó.
La situación rioplatense iba complicándose día a día y los sucesos se de­sarrollaban con fatal celeridad. Así, llegó a Buenos Aires un enviado del Im­perio,José Antonio Saraiva, en pos de conseguir que el gobierno argentino obrase en un todo de acuerdo con el brasileño. Mitre eludió el problema con un simple ofrecimiento de colaboración que dejó al Imperio en situa­ción de actuar sin objeción alguna. Poco después su escuadra atacaba un bu­que oriental, y en forma casi inmediata Saraiva impulsaba la invasión al Uruguay, que se produjo el 14 de septiembre. Paralelamente, el presidente de este último país recibía la confirmación de que el Paraguay 10 protege­ría sin vacilaciones.
Decidido a golpear contundentemente, López dispuso el apresamiento del Marqués de Olinda, buque de bandera brasileña que navegaba hacia Ma­to Grosso. La acción se produjo el 12 de noviembre de 1864. Al día siguien­te el mandatario paraguayo declaró que su país se consideraba frente a un caso de guerra y dispuso la invasión de aquella lejana provincia imperial, donde no encontró resistencia. El drama que envolvería a cuatro pueblos su­damericanos entraba en su etapa decisiva.

Enterado de los acontecimientos y pese a la prédica belicista de algunos órganos de la prensa porteña, Mitre decidió redoblar los esfuerzos en su intento por mantenerse neutral. No pensaban lo mismo sus ministros Elizalde y Gelly y Obes, que veían en cuanto ocurría una especie de señal para que la Argentina con­tribuyese a instaurar un gobierno liberal en el Paraguay. Saraiva procuró tentar al presidente argentino ofreciéndole una alianza y el mando supremo en caso de guerra. Pero éste decidió mantener a su país alejado del crepitar de la hoguera. "Lo exigía la reorganización interna del país; lo exigía la opi­nión pública con el Brasil, lo exigía también la situación política de la cuen­ca mediterránea, donde Urquiza continuaba ejerciendo una indiscutible in­fluencia" .
López seguía convencido de que los federales argentinos, y en primer lu­gar Urquiza, se alzarían contra los porteños, representados por el presidente, y respaldarían su política, lo que a la postre le permitiría jugar un papel prepon­derante en la vida rioplatense. Pero el mandatario entrerriano -aun después de la sangrienta toma de Paysandú (febrero de 1865) por parte de las tropas coloradas de Flores, que contaron con el auxilio de fuerzas terrestres y navales del Brasil y finalmente doblegaron la heroica resistencia de Leandro Gómez y sus subordinados, entre los que había no pocos argentinos- desoyó las inci­taciones que le llegaban por distintos conductos y decidió permanecer fiel al gobierno nacional. No sólo eso: remitió al presidente Mitre la corresponden­cia que mostraba las intenciones y descubría las redes tendidas por el presi­dente paraguayo. Este, que por aguardar la decisión de Urquiza había demo­rado en efectivizar su auxilio al gobierno blanco, ahora encabezado por Tomás Villalba, se encontró con que el nuevo mandatario accedió a firmar un acuer­do por el cual Flores recibiría la presidencia del Uruguay. A partir de aquel 20 de febrero de 1865, Brasil contó, para repeler el ataque paraguayo, con su alia­do oriental.
Y Francisco Solano López pensó en la posibilidad de declarar la guerra a
la militarmente débil República Argentina donde, si bien prevalecía en el es­píritu del presidente Mitre la idea de neutralidad, se alzaban voces enfrenta­das que clamaban contra Flores y el Brasil o consideraban un imperativo unir esfuerzos para derrocar a quien veían como un fiel exponente del autoritaris­mo y una barrera para la expansión del liberalismo en el Paraguay. Incluso en­tre los jefes del Ejército Argentino, profundamente divididos en sus simpatías hacia unos u otros, parecía corporizarse el fantasma de la guerra. De ello da cuenta, por ejemplo, este párrafo de la carta que el coronel Ignacio Rivas le dirigió a Mitre desde Tapalqué el 15 de diciembre de 1864, es decir, antes del cruento desenlace de Paysandú: "Si, como es probable, nosotros entramos a la lucha que el Paraguay nos provoca, es allí donde puede la Legión Extranjera prestar buenos servicios por la calidad de los hombres que la forman, y por el deseo que su jefe tiene de hacerse conocer".
Los dos contendientes consideraron indispensable emplear el territorio argentino como lugar de paso para operar contra el adversario. Brasil, cons­ciente de la necesidad de garantizar el abastecimiento de su escuadra y de su ejército, entonces aún más débil que el paraguayo, pretendía obtener permiso del gobierno nacional con dicho objeto. Otro tanto buscaba el Paraguay, en su propósito de llevar la ofensiva hacia Río Grande del Sur. Dice el coronel Félix Best: "La zona de frontera común o de contacto territorial entre los be­ligerantes, por la carencia de caminos, recursos, etcétera, no era apta para ope­raciones militares". Por ello, ambos beligerantes pensaron en obtener el libre pasaje por la zona más directa y de condiciones operativas más favorables pa­ra dirigirse hacia sus objetivos estratégicos; esta zona era el norte de Corrien­tes. Mitre negó el libre tránsito pedido por el Imperio e hizo lo propio an­te una solicitud similar del Paraguay, fechada el 14 de enero de 1865. En am­bos casos, el presidente argentino subrayó el principio de neutralidad.
López, decidido a llevar adelante sus planes y considerándose fuerte para combatir también con la Argentina, resolvió cruzar importantes efectivos por la zona limítrofe litigiosa al sur del Paraná (nordeste de Corrientes), sin aten­der al urgente pedido de explicaciones formulado por Mitre en febrero de 1865, a raíz de la concentración de considerables fuerzas en ella. El 17 de mar­zo de 1865, el Congreso del Paraguay declaró la guerra, aunque recién noti­ficó tal decisión el 29 de ese mes, con el fin de producir un ataque por sor­presa. La nota oficial fue recibida por el cónsul paraguayo el 8 de abril, pero siguiendo instrucciones no la entregó sino el 3 de mayo, cuando habían pa­sado ya varios días de la invasión a Corrientes.
La guerra

El 13 de abril, cinco buques de guerra paraguayo s se apoderaron de dos pequeñas naves argentinas, el Gualeguay y el 25 de Mayo, en la ciudad de Co­rrientes. Un día después, una columna al mando del general Robles tomaba la capital de la provincia del mismo nombre y se lanzaba en pos de distintos puntos estratégicos, avanzando con gran celeridad. De inmediato, y mientras ocupaban el gobierno tres adictos a los paraguayos, el mandatario Manuel La­graña se dedicaba a organizar la resistencia, formando lo que dio en ser lla­mada Vanguardia Correntina. Las fuerzas de López, convertido en mariscal por el Congreso de su patria, no tuvieron demasiados miramientos con la pobla­ción civil, tomaron cautivas entre las mujeres de las principales familias y en­viaron prisioneros a los oficiales y tripulantes de los buques argentinos que pudieron prender, la mayoría de los cuales murieron en medio de crueles pa­decimientos durante el desarrollo de la guerra.
La noticia de lo ocurrido provocó la entusiasta reacción de la juventud porteña y de algunas ciudades del interior del país -como lo mostraremos en el siguiente capítulo-, pero produjo vigorosas resistencias en el resto de la República, donde algunos adversarios al gobierno consideraban preferible unirse a los paraguayos contra Mitre que combatir a su lado, mientras otros afirmaban que el verdadero enemigo no era quien había penetrado violenta­mente en el territorio nacional, sino el secular adversario brasileño.
Mitre dispuso diversas medidas para movilizar a un país cuyo ejército no estaba en condiciones mínimas de operatividad, y se puso de inmediato de acuerdo con el Brasil y el Uruguay para constituir una alianza. De nuevo, el Imperio veía favorecida su política de influencia en el Plata.
El 1° de mayo de 1865, Argentina, Brasil y Uruguay firmaron el 'Tratado de la 'Triple Alianza, fuente de conflictos entre quienes lo suscribieron y de acerbas críticas en la opinión pública de los respectivos países y del resto de América y Europa. Sintetizan admirablemente FIoria y García Belsunce: "Tu­vo razón el historiador brasileño Joaquín Nabuco cuando dijo que nunca se había concretado un tratado tan fundamental con tanto apresuramiento. Exi­gidos por las circunstancias, se buscó dar forma de hecho a la alianza. Esta es­tuvo a punto de naufragar por la cuestión del mando de las tropas. Cuando Mitre dijo que si el mando supremo no correspondía al presidente de la Re­pública no había alianza, Almeida cedió. Como compensación, Tarnandaré re­cibió el mando supremo naval. El propósito confesado de la Alianza es «hacer desaparecer el gobierno de López respetando la "soberanía, independencia e integridad territorial del Paraguay". Es la primera vez en la historia, probablemente , que se aplicó un principio que si no es igual, es muy próximo al de la "rendición incondicional", pues no había posibilidad alguna de un cambio de gobierno espontaneo en Paraguay. Tampoco se respetaba la integridad territorial desde que se fijaban lo s límites el Paraguay con Brasil y Argentino con generosidad para los aliados. En realidad, los argentinos no sabían hasta dónde iban sus derechos territoriales y optaron por la reclamación más amplia. Casi in­mediatamente de firmado el tratado, Brasil reacciona y a su pedido se firma un protocolo reversible que establece que los límites argentinos -fijados so­bre el río Paraguay hasta Bahía Negra- son sin perjuicio de los derechos de Bolivia. Este protocolo es la primera gran derrota argentina en la alianza. Bra­sil había por ella neutralizado los derechos argentinos y creado un conflicto latente con Bolivia.
"También se pacta que Paraguay será obligado a pagar las deudas de gue­rra. Pero el grueso de las cláusulas del Tratado no está dirigido contra Para­guay sino al recíproco control de los aliados, en clara manifestación de mutua desconfianza: ninguno de los aliados podrá anexarse o establecer protectora­do sobre Paraguay (cláusula 8'), no podrán hacer negociaciones ni firmar la paz por separado (cláusula 6'), se garanten recíprocamente el cumplimiento del tratado (cláusula 7')"
Y señalan los expresados autores que en el Tratado "Mitre cometió un error: se declara, en una frase elocuente y política, que la guerra es contra el gobierno de López y no contra el pueblo paraguayo. Cuatro años des­pués, en la célebre polémica con Juan Carlos Gómez, Mitre debió rectifi­carse: los argentinos no habían ido al Paraguaya derribar a un tirano sino a vengar una ofensa gratuita, a reconquistar sus fronteras de hecho y de dere­cho, a asegurar su paz interior y exterior, y había obrado igual si el invasor hubiese sido un gobierno liberal y civilizado. Era la verdad tardía, pero también es cierto que se había ido a la guerra con menos escrúpulos contra un "régimen bárbaro".
Los brasileños quedaron descontentos con el Tratado, al que consideraron un triunfo de la diplomacia argentina en materia limítrofe, ya que había lo­grado la margen oriental del Paraná hasta el Iguazú y la margen occidental del Paraguay hasta el paralelo 20, es decir, había obtenido una frontera común con el Imperio, situación que éste había cuidado siempre de evitar. "Nunca la Ar­gentina podía haber pretendido extenderse arriba del río Bermejo o como máximo del Pilcomayo. Los nuevos límites le darán una influencia decisiva so­bre el Paraguay".

Desarrollo de las operaciones

Mientras la Argentina adoptaba una serie de medidas que modificaran su estado de indefensión y le permitieran desalojar al enemigo de su territorio, y el Brasil y el Uruguay ponían en marcha sus respectivas maquinarias mili­tares para una guerra que, contra las previsiones de los más entusiastas, pro­metía ser larga y dificil, las tropas paraguayas alcanzaban sus objetivos pero con escaso ímpetu ofensivo. Las columnas que debían operar, respectivamente, so­bre las costas del Paraná y el Uruguay para dificultar las operaciones conjun­tas de los aliados, estaban comandadas por jefes mediocres, de menguados re­cursos estratégicos y tácticos; simples ejecutores de las órdenes de López sin capacidad alguna para modificarlas en atención a las circunstancias. El general Robles penetró en cuña, con sus 20.000 hombres, hasta Goya, donde se de­tuvo sin saber qué hacer. En cuanto al teniente coronel Estigarribia, con sus 11.000 soldados, se preocupó por hacerse fuerte en la ciudad brasileña de Uruguayana, sin realizar el menor movimiento ofensivo.
El general Wenceslao Paunero, nombrado comandante de las primeras fuerzas de línea que pudo despachar el gobierno argentino -pequeños ba­tallones de infantería con alto número de efectivos extranjeros- salió a campaña y aprovechando la marcha del grueso del ejército paraguayo hacia el sur, atacó el 25 de mayo de 1865 la ciudad de Corrientes. Fue un com­bate denodado y heroico que no tuvo más resultado que entusiasmar a los partidarios de la guerra, pero que trajo represalias para los habitantes. El ge­neral volvió a embarcarse y se dirigió a Esquina en busca de refuerzos. Ob­tuvo algunas tropas enviadas por Urquiza al mando del general Manuel Hornos, con lo que pudo remontar su pequeño ejército a 2.800 hombres y 24 cañones, efectivos sin duda exiguos para enfrentar a Robles.
Pero el 11 de junio se produjo la batalla naval de Riachuelo, en que las naves brasileñas al mando del vicealmirante Barroso derrotaron a la escua­dra comandada por el capitán Meza. El Paraguay no pudo reponerse de la pérdida de tres buques y seis chatas, con lo que perdió definitivamente su línea de comunicaciones fluviales con el exterior y, por ende, la posibilidad de recibir elementos de guerra. En cuanto a los aliados, a raíz de esa victo­ria lograron el dominio absoluto del Paraná y con ello la seguridad de los envíos de armamentos, víveres y hombres; obtuvieron facilidades para rea­lizar operaciones combinadas contra la retaguardia de los adversarios y es­tuvieron en condiciones de dificultar la acción enemiga sin temor a las po­siciones de artillería del Riachuelo. Así, en pocos días, se desbarató todo el plan ofensivo de López, aunque, en previsión de dificultades, el presidente y generalísimo Mitre decidió cambiar el centro de concentración de tropas argentinas a Concordia, en lugar de Goya, y fijar un punto de reunión de brasileños y uruguayos en Paysandú o en Salto.
Mientras Mitre llegaba a dicho punto de la provincia de Entre Ríos, Pau­nero, que había recibido órdenes de incorporarse y subordinarse a Urquiza, demoró su cumplimiento, en parte por los problemas surgidos entre las fuer­zas correntinas de vanguardia, a los que se agregaban las desavenencias con el gobernador Lagraña. De pronto, en la noche del 3 al 4 de julio se produjo el desbande de las tropas entrerrianas en Basualdo, sin que Urquiza pudiera im­pedirlo. Miles de hombres abandonaron a su hasta entonces indiscutido jefe de Caseros, Cepeda y Pavón, renuentes a combatir junto a los porteños con­tra los paraguayos. Esta defección significó un duro golpe que retrasó osten­siblemente las operaciones.
En tanto el generalísimo procuraba disciplinar a sus soldados en Concor­dia, las tropas aliadas al mando del general Venancio Borges, entre las que se ha­llaban las del Primer Cuerpo de Ejército a las órdenes de Paunero, vencían al mayor Duarte en la batalla de Yatay, con escasas pérdidas para aquéllas (17 de agosto de 1865). La victoria permitió poner sitio a Uruguayana. Frente a ella se produjo el primer conflicto serio entre argentinos y brasileños. Estos se ne­garon a aceptar el comando de Mitre por entender que debía ejercerlo el em­perador, ya que la ciudad se hallaba en territorio del Brasil. El generalísimo amenazó con repasar el río Uruguay y el almirante Tamandaré con detener el cruce  a cañonazos. Finalmente llegó don Pedro II, quien pronunció la célebre frase: "Eu mando, vocé fará", que mantuvo a Mitre al frente de las operaciones. Extenuadas las tropas paraguayas, que en los últimos momentos carecían de alimentos y hasta bebían kerosene, su jefe, Estigarribia, capituló el 18 de septiembre, cuando los aliados se aprestaban a tomar la posición por asalto.
Cabe consignar que el 12 de agosto la Armada Argentina había tenido su primero y único combate realmente significativo durante la guerra, al forzar las baterías paraguayas de Paso de Cuevas, próximas al pueblo de Bella Vista. En la acción, el Guardia Nacional, buque insignia de la Escuadra a las órdenes del co­ronel de marina José Murature, había sufrido serias averías en su endeble casco y la desgracia de haber perdido a los guardiamarinas Enrique Py y José Ferré, hijos del comandante de la nave, Luis Py, y del ex gobernador de Corrientes Pedro Ferré, respectivamente. A partir de entonces, los buques de la Armada rea­lizaron importantes tareas de transporte, en tanto las naves acorazadas brasileñas asumieron compromisos de mayor riesgo.
Frente a estos acontecimientos, López ordenó el 7 de octubre la retirada de la columna del Paraná, que pudo cruzar a territorio paraguayo sin que la división brasileña estacionada en Riachuelo hiciese nada por impedido. Tal conducta fue, sin duda, uno de los motivos determinantes de la prolongación de la guerra.

Avance aliado hacia el Paraguay

Con una lentitud que se explica por la heterogeneidad de las fuerzas alia­das, los frecuentes conflictos entre sus mandos intermedios y, fundamental­mente, los serios problemas para abastecer, disciplinar y armar a los comba­tientes -temas que constituyen la parte nuclear de este libro en lo que res­pecta a los argentinos- se produjo la concentración de las tropas de la Alian­za en las proximidades de la ciudad de Corrientes, convertidas en extensos campamentos. Un primer hecho de armas, ocasionado por una incursión pa­raguaya sobre las fuerzas argentinas con apoyo de fuego de las baterías de Ita­pirú, la batalla de Corrales o Pehuajó (31 de enero de 1866), que pudo haber sido un triunfo con escaso costo de vidas, provocó serias bajas a la Segunda División Buenos Aires por la imprudencia y temeridad de su jefe, el coronel Emilio Conesa. El generalísimo elogió el valor de los guardias nacionales pe­ro recomendó economizar su sangre generosa.
Para abril, Mitre comandaba un respetable ejército constituido por 60.000 hombres, de los cuales, 30.000 eran brasileños, 24.000 argentinos y 3.000 uruguayos, y con 81 piezas de artillería de diferente calibre y poten­cia ofensiva. Las del Ejército Argentino distaban de ser las mejores. A un año y escasos días de la invasión paraguaya a Corrientes, las fuerzas com­binadas -que contaban además con un ejército de reserva de 14.000 hom­bres y 26 cañones comandados por el barón de Porto Alegre- invadieron el Paraguay por el Paso de la Patria.
El 16 de abril pasó la vanguardia al mando del general brasileño Manuel Osario, apoyado por el general Venancio Flores, y tomó el fuerte de Itapirú sin resistencia alguna. Esos 15.000 hombres cubrieron el cruce del resto de las tropas.

Características del terreno

Apenas instalados en sus carpas de campaña, los jefes, oficiales y soldados aliados se encontraron con la realidad de una geografía imponente por su be­lleza pero riesgosa para los argentinos, los uruguayos y los brasileños prove­nientes de regiones completamente diversas. La selva, los bosques, los grandes esteros, se presentaban con características sombrías. El enemigo podía tender eficaces emboscadas, defenderse con menor esfuerzo y tomar con mayor fa­cilidad la ofensiva. El terreno le resultaba familiar, tanto que, mientras los in­fantes de los tres ejércitos aliados deshacían sus zapatos cruzando los esteros y suman lacerantes heridas provocadas por los abatís diseminados por el adver­sario, éste marchaba con el curtido pie descalzo, conocedor de cada acciden­te del camino. Las fortificaciones paraguayas, estratégicamente levantadas pues apoyaban uno de sus extremos sobre el río Paraguay y otro sobre los esteros, no sólo cerraban el camino hacia Asunción, sino que se convertían en barre­ras casi inexpugnables. La mayoría de los combatientes, aun los menos avisa­dos en cuestiones militares, comprendieron que sería muy dificil avanzar en lo sucesivo. Por otra parte, el clima tropical no sólo provocaría serias moles­tias, particularmente a los argentinos y uruguayos, sino que ocasionaría tantas víctimas como las batallas.
El 2 de mayo comenzó una contraofensiva de López, quien atacó la po­sición aliada de Estero Bellaco, y fue rechazado con grandes pérdidas para am­bas partes. Apenas veintidós días después, lanzó sus mejores tropas contra el campamento de Tuyutí. Fue la batalla más grande y sangrienta de América del Sur, en la que cayeron 13.000 paraguayos, entre muertos y heridos, y 4.000 aliados. En las cinco horas de combate, se registraron escenas de valor por par­te de los cuatro ejércitos combatientes. Pero pese al descalabro sufrido en es­ta última acción por las fuerzas del mariscal López, el generalísimo aliado no logró grandes avances que le permitieran dominar las posiciones encerradas en el denominado Cuadrilátero 12.
Mitre ordenó el 17 y 18 de julio el ataque a las defensas de Sauce o Bo­querón, durante el cual sufrieron grandes pérdidas, estimadas en 5.000 bajas, las fuerzas argentinas, brasileñas y orientales, y 2.000 las paraguayas. Tal fraca­so se vio compensado en parte por la toma de Curuzú, el 2 de septiembre, que puso a los ejércitos de la Triple Alianza frente a las trincheras de Curu­paytí. Las demoras y las lluvias permitieron que el comando paraguayo, auxi­liado por ingenieros de la talla de Thompson, concluyeran las fortificaciones, tornándolas inaccesibles.

Entrevista de Yataytí Corá

Las pérdidas sufridas y la imposibilidad de abastecerse en el exterior habían mostrado palmariamente a López que la guerra estaba perdida. De ahí que in­tentara una paz honrosa, mediante una reunión con el presidente Bartolomé Mitre. La conferencia se realizó el 12 de septiembre de 1866 en Yataytí Corá, entre las líneas de ambos ejércitos, y en su transcurso el mariscal ofreció al man­datario argentino que se buscaran medios conciliatorios considerando que la sangre derramada había sido suficiente para lavar mutuos agravios. Mitre le con­testó que no podía decidir por sí solo y que transmitiría la propuesta a los alia­dos y respondería por escrito. El dictador se había presentado a la entrevista "con gran séquito, en caballo blanco y con poncho color punzó y fleco de oro. El general Mitre vestía uniforme de general y gorra y el general Flores se pu­so, por primera vez en la campaña, su uniforme de general y con quepí".
"Mitre terminó la conferencia cambiando un látigo con él. Al general Flores le propuso también cambiar algo con él, pero éste le contestó: «Na­da deseo cambiar con el señor mariscal». «Un cigarro», replicó López. «Fu­mo los míos», fue la respuesta seca y tal vez poco galante de este experimen­tado guerrero a quien, a falta de instrucción, sobran sagacidad y eficacia. Tal vez estaba resentido porque le dijo que él era el causante de la guerra" .
En Brasil, la reunión fue interpretada como un intento argentino de al­canzar la paz fuera de lo prescripto por el Tratado de la Triple Alianza, y el emperador Pedro 11 llegó a afirmar: "Abdicaré más bien que tratar con semejantes déspotas".

Rechazo de Curupaytí

El 22 de septiembre de 1866, el ejército aliado atacó las fortificaciones de Curupaytí, defendidas por trincheras y profundos fosos precedidos de espino­sos abatís. El comandante de la escuadra brasileña, Tamandaré, había prometi­do el día anterior que destruiría "tudo isso em duas horas", pero el bombardeo de los cañones de grueso calibre no hicieron mella a las baterías paraguayas ni destruyeron los depósitos de municiones. Era unánime la idea de los compo­nentes de las tropas argentinas y brasileñas de que morían miles de hombres en el intento. Así fue. Luego de dar la escuadra la señal de que había dañado suficientemente el objetivo, marcharon las columnas que, tras cuatro horas de denodados esfuerzos y elevadas pérdidas debieron retirarse al oír el fatídico toque del cuartel general. Los aliados sufrieron 4.000 bajas y los paraguayos, que no podían ser alcanzados desde su inconquistable posición y elegían los blancos según los grados militares que ostentaban, perdieron sólo 92 hombres. Como consecuencia de la denuncia de Mitre de que Tamandaré no había cumplido su misión, el ministro de Guerra del Brasil renunció, fueron releva­dos el almirante y el general barón de Porto Alegre y puesto al frente de las fuerzas brasileñas el marqués de Caxias. La mayoría de los batallones argenti­nos quedaron en esqueleto, algunos mandados por tenientes, y dada la magnitud del descalabro fue necesaria una larga etapa de reorganización en el campamento de Tuyutí que duró casi un año, pues recién en junio de 1867 pudo el generalísimo aliado ordenar un movimiento por el flanco del este pa­ra interponerse entre las fortificaciones del enemigo y la ciudad de Asunción. Las enfermedades y la Revoluci6n de los Colorados, que estalló en las provincias de Cuyo y determinó la marcha de varios batallones a aquellos puntos, con­tribuyeron a acentuar la demora. En cuanto al Brasil, las pérdidas llevaron a manumitir esclavos para incorporarlos al ejército. Las fuerzas uruguayas, diez­madas en Sauce o Boquerón y trabajadas por las dolencias y la deserción, prácticamente habían desaparecido. En otro orden, el Ejército recibía los ecos de las críticas que la prensa y la opinión pública prodigaban a la conducción militar y que tenían sus fuentes de información en las propias filas. Por cier­to, la microvisión de los oficiales subalternos no les permitía conocer las cau­sas profundas de la lentitud de las operaciones.
Pese a todo López ya estaba militarmente derrotado, y su ejército, diez­mado en las acciones anteriores, llamaba a filas a los niños. Lejos de pensar en abandonar el mando y evitar con ello que su país se desangrase en una gue­rra sin esperanzas, seguía firme en la idea que manifestó al caer ellO de mar­zo de 1870 en los confines del Paraguay: "Muero con mi patria".

Etapa final de la contienda

La marcha aliada se vio obstaculizada por desesperados intentos de las fuerzas de López para detenerla, mediante acciones bélicas de diferente im­portancia libradas entre el 11 de agosto y el 3 de noviembre (Paracué, Pilar, Ombú, Tayí, Tataiybá, Potrero de Obella y Tuyutí, esta última particularmen­te gravosa para los paraguayos, que perdieron cerca de 2.500 hombres).
En aquellos momentos, cuando Mitre comenzaba a ver coronados sus es­fuerzos, debió regresar al país para retomar la presidencia a raíz de la inespe­rada muerte del vicepresidente, Marcos Paz, víctima de la epidemia del có­lera. Asumió el mando el marqués de Caxias, lo cual marcó un aceleramien­to de las operaciones derivado del entusiasmo que pusieron los brasileños, hasta entonces renuentes a conceder laureles al generalísimo argentino.
Encerrado en el Cuadrilátero, López se vio forzado finalmente a evacuar por el Chaco la fortaleza de Humaitá, que quedó a cargo de una guarnición reducida y asediada por el cansancio y el hambre, y se ubicó sobre la línea del Tebicuary, con el objeto de cerrar el camino a Asunción. En julio la Sebasto­poI paraguaya, bombardeada sin cesar por la escuadra brasileña, comenzó a ser evacuada lentamente y en silencio, de modo que cuando las fuerzas destaca­das penetraron en ella la encontraron vacía. Sin embargo sus antiguos defen­sores, sitiados en la Isla Poi, terminaron por rendirse.
Ubicado López en la línea de Pikiciry, que resultaba inexpugnable, fue flanqueado por el Chaco, mediante una acertada decisión táctica de Caxias, cuyas fuerzas abrieron picadas en la selva para alcanzar su objetivo. En vez de buscar otra posición más favorable, el mariscal decidió combatir en esa línea, con no más de 10.000 efectivos, formados en buena parte por ancianos y ni­ños. El comandante en jefe de los aliados empeñó 24.000 hombres, que en sucesivos combates fueron debilitando aún más a las tropas paraguayas. Hasta que se produjo la gran batalla de Lomas Valentinas, entre el 21 y el 27 de di­ciembre de 1868. Antes del día 21 López ordenó el fusilamiento de su her­mano Benigno, de su cuñado el general Barrios y del propio obispo de Asun­ción, monseñor Palacios, acusados de conspirar con el enemigo para poner fin a la contienda. Por otro lado, se acrecentaron las vejaciones y torturas a los pri­sioneros, entre los que se hallaban algunos jefes y oficiales aliados, como tam­bién civiles y militares extranjeros. El 27 se inició el ataque al formidable re­ducto de Itá Ibaté, que produjo el aniquilamiento del ejército de López, quien logró huir con un reducido grupo de fieles 14. Poco más de dos meses antes había asumido el nuevo presidente argentino, Domingo Faustino Sarmiento.
E15 de enero de 1869 los brasileños penetraban en Asunción, mientras las tropas argentinas permanecían fuera de la capital del Paraguay. En enérgica nota de don Emilio Mitre, su nuevo jefe, al marqués de Caxias, expresaba en alusión a los saqueos y atropellos perpetrados en la ciudad prácticamente abandonada: "No quiero autorizar con la presencia de la bandera argentina en la ciudad de Asunción los escándalos inauditos y vergonzosos que, perpetra­dos por los soldados de V.E. han tenido lugar" .
A partir de entonces comenzó la última etapa de la guerra con la perse­cución de López, que se refugió en los lindes montañosos con Brasil. El ma­riscal cayó a orillas del Aquidabán, ello de marzo de 1870, atravesado repeti­das veces por la lanza del cabo brasileño conocido como Chico Diabo. Con él murió su hijo adolescente, el coronel Panchito López. La prolongada sangría sudamericana tocó a su fin con la destrucción del Paraguay y la ingente pér­dida de vidas y recursos de los tres países que lo enfrentaron.


JPZ

martes, 6 de marzo de 2012




BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

HISTORIA POLÍTICA ARGENTINA II

AÑO 2012

PRIMER CUATRIMESTRE

·         ZIMMERMAN, Eduardo: “Los liberales reformistas” (Introducción; Cap. I, II, III, VII; Conclusiones).

·         BOTANA, Natalio: “El Orden Conservador” (Introducción; Cap. I, II, III, VII, VIII, IX; Apéndice).

·         RAPOPORT, Mario: “Historia Económica, Política y Social de la Argentina (1880-2003)”

-       Capítulo “El Modelo Agroexportador (1880-1914)”.

-       Capítulo “Economía y Sociedad en los Años 20 (1914-1930)”.

-       Capítulo “La Crisis Mundial, la industrialización y la intervención del Estado (1930-1945)”.

·         HALPERÍN DONGHI, Tulio: “Proyecto y Construcción de una Nación (1846 – 1880)” (Estudio Introductorio).

·         POTASH, Robert: “El Ejército y la Política en la Argentina I (1928-1945)” (Capítulos I al VI).

·         MUSTAPIC, Ana María: “Conflictos Institucionales durante el Primer Gobierno Radical (1916-1922)”.

·         ROCK, David: “El Radicalismo Argentino” (Capítulos V al XII).

·         ROCK, David: “La Construcción del Estado y los Movimientos Políticos en Argentina” (Capítulos II, IV y V).

·         ROSA, José María: “La Guerra del Paraguay” (Cap. I, III, IV y V).

·         OSZLAK, Oscar: “La Formación del Estado Argentino” (Cap. II y III).

·         SVAMPA, Maristella: “El Dilema Argentino. Civilización y Barbarie” (Capítulos: “Intelectuales y Nación en la época del Centenario”; “El Positivismo historiográfico”; “Las lecturas del campo intelectual”).

·         AUZA, Néstor: “Católicos y Liberales en la Generación del 80” (Capítulos I, VI, X, XIII y XIX).

·         DEVOTO, Fernando: “Nacionalismo, Fascismo y Tradicionalismo en la Argentina Moderna” (Capítulos II, IV y V).

·         TATO, María Inés: “Crónica de un desencanto: una mirada conservadora de la democratización de la política, 1911-1930”.

·         TATO, María Inés: “¿Alianzas estratégicas o confluencias ideológicas? Conservadores y Nacionalistas en la Argentina de los años 30”.

·         ESCUDÉ, Carlos: “Historia General de las Relaciones Exteriores Argentinas (1806-1989)”; Tomo VI, Caps. 29 a 32.










JPZ

lunes, 5 de marzo de 2012

PROGRAMA DE ESTUDIO:

Bolilla 1


1.1-Presidencia de Mitre (1862-1868). Ley de compromiso (07-10-1862). Congreso de Lima (1862). Acción de Paunero, Taboada, Sandes y Rivas. Venancio Flores: Cañada de Gómez (22-11-1861). El Chacho Peñalosa derrotas de Lomas Blancas (20-05-1863) y en "Las Playas"(28-06-1863). Nacionalistas y autonomistas (1863). La reforma constitucional de 1866.
1.2.-La Guerra con el Paraguay. La cuestión uruguaya. Presidencia de Berro (01-03-1860). Invasión de Flores (19-04-1863).Protocolo Lamas Elizalde (20-10-1863). Presidencia de Aguirre (01-03-1864). La mediación Thornton, Saraiva y Elizalde (junio a Julio de 1984). Protocolo Saraiva- Elizalde (22-08-1864). Guerra Paraguayo-brasileña (12-11-1864). Sitio de Paysandú. (06-12-1864). Declaración de Guerra paraguaya (19-03-1865). Ataque a Corrientes (13-04-1865). El tratado de la Triple Alianza (01-05-1865). Principales operaciones militares: Tuyuty (24-05-1866). Curupaity (22-09-1866). Caxias Jefe de los aliados (09-02-1867) Humaitá (16-07-68). Lomas Valentinas (21/27- 12- 1868).
1.3.-Felipe Varela “Pozo de Vargas” (10-04-1867). El testamento político de Mitre (28-11-1867). Muerte de Máximo Paz (02-01-1868). Reasunción de Mitre. El Proceso electoral. La fórmula Elizalde- Urquiza.

Bolilla 2


2.1.-Presidencia de Sarmiento (1868-1874). El código Civil (1869). Las escuelas normales. Los colegios militares. Terminación de la Guerra con el Paraguay. La cuestión de límites. Misión de Mitre a Río (junio a noviembre de 1872) y Asunción (julio-agosto 1873). Arbitraje del Presidente Hayes. Primer Censo (1869) Empréstito de “Obras Públicas”.  Asesinato de Urquiza (11-04-1870). Campaña militar a Entre Ríos. Batallas de Santa Rosa (12-10-1870) y Ñaembé (26-01-1871). Segunda guerra de López Jordán (1873). Intervención federal Batalla de El Talita (08-12-1873). La Revolución de 1874.Arredondo y Mitre. La Verde (26-11-1874). Santa Rosa (07-12-1874).
2.2.- La filosofía positivista en argentina: el positivismo social  y el evolucionista. La generación del 80.
2.3.-Presidencia de Nicolás Avellaneda (12-10-1874-1880). Carlos Casares gobernador de Buenos Aires (01-05-1875). El tratado con Paraguay: arbitraje sobre Villa Occidental (03-02-1876). La crisis financiera (1875-1876): el curso forzoso. Tercera invasión de López Jordán (25-11-1876) Alcaracito (07-12-1876). Tejedor Gobernador de Buenos Aires (01-05-1878). La conciliación. Muerte de Alsina (29-12-1877). Roca: La campaña al Desierto (23 de abril al 9 de julio de 1879). La liga de gobernadores. Sarmiento Ministro del interior (28-08-1879). “La Declaración solemne” (16-12-1979). Guerra Civil (febrero a julio 1880). Los colegios electorales (13-06-1880). Entrevista del “Pilcomayo” (10-05-1880).
2.4.- La federalización de Buenos Aires. Belgrano capital de la República (04-06-1880). Mitre Jefe de la defensa de Buenos Aires (22-06-1880). El pacto de caballeros (29-06-1880).  Renuncia de Tejedor (30-06-1880). El P.A.N (05-08-80). Disolución de la Legislatura de Buenos Aires (21-08-1880).  Proyecto de ley capital (24-08-1880). Ley de Cesión de Buenos Aires: alegato de  Alem (8 al 23 de octubre  de 1880).

Bolilla 3   


3.1.-Presidencia de Roca (1880-1886). Rocha Gobernador de Buenos Aires (01-05- 1881). Fundación de La Plata (19-11-1882) El Congreso Pedagógico. La ley de enseñanza común (Ley 1420 del 08-07-1884). El matrimonio civil. Interrupción de relaciones con la Santa Sede.
Cuestiones limítrofes con Chile: Tratado Irigoyen- Echavarría (23-07-1881). Reformas monetarias de 1881 y de 1885. D´Amico gobernador de Buenos Aires (01-05-1885).
3.2.- Presidencia de Juárez Celman (12-10-1886- 06-08-1890). El Unicato. Máximo Paz Gobernador de Buenos Aires (01-05-1887). La  creación de la Unión Cívica. Alem (13-04-90). La crisis financiera. La Revolución del 90 (26 de julio). Gral. Manuel Campos (26 de julio). Renuncia de Juárez Celman (06-08-1890).
3.3.- Presidencia de Pellegrini (07-08-1990-12-10-1892). Acuerdo Roca- Mitre (21-03-1891). Renuncia de Mitre a la candidatura presidencial (16-10-91). Candidatura de Roque Saenz Peña (17-12-1891).  La creación de la Unión Cívica Radical. El arreglo Plaza.
3.4-Presidencia de Luis Sáenz Peña (12-10-1892-22-01-1895). La  crisis de la deuda externa. La Revolución Radical de 1893. Gabinete revolucionario de Aristóbulo del Valle (05-07-1893): “La revolución desde arriba”. Las intervenciones a Buenos Aires, Santa Fé y San Luis. La revolución “desde abajo”: Revolución en Tucumán (17-09-1993) y Santa Fe (23-09-1993). Renuncia de Sáenz Peña (22-01-1895). La amnistía amplia.
3.5.-Presidencia de José Evaristo Uriburu (1895-1898). Censo de 1895.  La Reforma Constitucional (15-03-1898). La situación con Chile. La carrera armamentista. Las "paralelas"(01.09.1898).


Bolilla 4


4.1.- Segunda Presidencia de Roca (1898-1904). Bernardo de Irigoyen gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Ley de conversión (04-10-1899). Reanudación de las relaciones con la Santa Sede. Los pactos de mayo: José Terry  (28-05-1902). La Doctrina Drago (29-12-1902. Leyes de servicio militar (10-12-1901) y de Residencia (29-11-1902) .Marcelino Ugarte gobernador de Buenos Aires (1902-1906). La ocupación de las Islas Orcadas (22-02-1904).-
4.2.-Presidencia de Manuel Quintana (1904-1906). Revolución radical (04-02-1905).
4.3.- La Federación de Trabajadores de la República Argentina (1891). El partido  Socialista (1896). Juan B. Justo.  La F.O.A. (1901) y la U.G.T. (1903). Proyecto de  Código de Trabajo (1904). La F.O.R.A. (1904). Semana  de mayo de 1909. Terrorismo anarquista: muerte de Ramón Falcón (14-11-1909).
4.4.-  Presidencia de José Figueroa Alcorta (1906-1910). Ley de Olvido. El cierre del Congreso (25-01-1908). El fin del roquismo. La doctrina Cevallos o de la costa seca. El protocolo Sáenz Peña-Ramírez (08-01-1910). El centenario.
4.5.- Presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1914). Las entrevistas con Irigoyen (21-09-1910). La ley de enrolamiento y de padrón (04-07-1911).  La ley electoral (30-01-1912) El levantamiento de la abstención radical. El grito de Alcorta (25-06-1912). El Censo Nacional de (01-06-1914). Abstención radical en la Provincia de Buenos Aires.
4.6.- Presidencia de Victorino de la Plaza (23-09-1913 al 12-10-1916) La Primera Guerra Mundial (01-08- 1914). Intervención de E.E.U.U. a México (1913-1914). El A.B.C. El triunfo radical en Córdoba (noviembre de 1915).

Bolilla 5


5.1.-Presidencia de Hipólito Yrigoyen (12-10-1916 al 12-10-1922). El Krausismo. Las intervenciones reparadoras. La Reforma Universitaria (junio 1918). Conflicto con Alemania: casos “Monte Protegido” (04-04-1917) y “Toro” (22-06-1917). La semana Trágica 9 al 12-01-1919. La Liga de las Naciones (1920). Los disturbios patagónicos (octubre de 1920 a diciembre de 1921). El movimiento Obrero: Congresos de la FORA de 1916 y 1918. La CGT (1929). Los gobernadores  Ortiz de Rozas (12-07-1913 al 01-09-1913); Luis García (01-09-1913 al01-05-1914) y Marcelino Ugarte  (01-05-1914 al 15-05-1918).
5.2-Presidencia de Marcelo T. de Alvear (12-10-1922 al 12-10-1928). La división de la U.C.R. El problema con el Patronato Eclesiástico: la propuesta de Monseñor Andrea. Moscóni: YPF. “El Contubernio”. Valentín Vergara gobernador de Buenos Aires (01-05-1926). Las intervenciones a Mendoza y San Juan. El proceso electoral. “EL Plebiscito”.

5.3.- Segunda Presidencia de Yrigoyen (12-10-1928 al 06-09-1930). La nacionalización petrolera. (17-09-1928). Las intervenciones a Mendoza y San Juan: Muerte de Lencinas (10-11-|929). Crisis mundial de 1929. Elecciones a gobernador en Buenos Aires: Crovetto.  La Revolución militar (06-09-1930).

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6.1.-El nacionalismo: características; protagonistas. Lugones: “La Hora de la Espada” (diciembre de 1924). La revisión de la Historia.
6.2.-Gobierno Provisional de Uriburu (06-09-1930 al 20-02-1932 Elecciones en la Provincia de Buenos Aires (05-04-1931); anulación de las elecciones (10-10-1931). Reorganización radical: Alvear. Manifiesto del City (16-05-1931). La abstención radical (27-10-1931).
6.3.-Presidencia de Agustín P. Justo (20-02-1932al 20-02-1938). Muerte de Irigoyen (03-07-1933).El levantamiento de Bosch (29-12-1933). Levantamiento de la abstención radical (03-01-1935); El debate de las carnes Lisandro de la Torre. (1935). El fraude patriótico. La gobernación de Martínez de Hoz. Las elecciones en Buenos Aires del 3 de noviembre de 1935. La gobernación de Fresco. El triunfo de Sabatini en  Córdoba (noviembre1935). La prórroga de la concesión eléctrica (CADE) (diciembre de 1936). El proceso electoral
6.4.-F.O.R.J.A. (29-06-1935): Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. La Conferencia de Ottawa (julio 1932). Congreso Eucarístico Internacional (1934) El tratado Roca- Ruciman. La Creación del Banco Central;  El Instituto Movilizador. Los impuestos internos (enero-marzo de 1935).

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7.1.-La Presidencia de Roberto Ortiz (20-02-1938 al 27-06-1942). La segunda Guerra Mundial (03-09-1939). La neutralidad argentina (04-09-1939). La intervención a la Provincia de Buenos Aires (07-03-1940). El escándalo de El Palomar (julio a septiembre de 1940). Delegación del mando presidencial (03-07-1940).
7.2.-Presidencia de Ramón Castillo (27-06-1942 al 04-06-1943). El plan de reactivación económica de Pinedo. La conciliación. Renuncia de Ortiz (27-06-1942). Muertes de Alvear (23-03-42), de Ortiz (15-07-42), y Justo (11-01-1943). Candidatura de Patrón Costas (17-02-1943) El G.O.U. La Revolución del 4 de junio del 1943. Presidencia de Rawson (4 al 7 de junio de 1943).
7.3.-Presidencia de Pedro Ramírez (06-06-1943 al 24-02-1944). Perón: la Secretaría de Trabajo y Previsión (27-10-1943) La ruptura de relaciones con el Eje (26-01-1944).
7.4.-Presidencia de Edelmiro Farrel (02-1944 al 04-06-1946). Declaración de Guerra al Eje (27-03-1945). Fin de la Guerra. La intransigencia radical: La Declaración de Avellaneda (abril de 1945). Reunión americana en Chapultepec (21 de enero al 8 de marzo de 1945).Relaciones con los E.E.U.U.;  Spruille Braden (09-05-1945). La marcha de la Libertad y la Constitución (19-09-1945).  La renuncia de Perón (09-10- 1945). El 17 de Octubre de 1945. Cipriano Reyes. El proceso electoral (24-02-1946).

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8.1.-Presidencia de Juan D. Perón (04-06-1946 al 12-10-1952). Domingo Mercante Gobernador de Buenos Aires. Eva Perón. Leyes del sufragio femenino y la provincialización de los territorios nacionales. La Tercera Posición (06-07-1947). El Primer Plan Quinquenal: Las nacionalizaciones. La política social: la organización obrera. La reforma constitucional de 1949.Arturo Sampay.  El renunciamiento de Eva Perón (22-08-1951). El alzamiento militar de Luciano B. Menéndez (28-09-1951). La exploración de la Antártida: General Hernán Pujato.
8.2.-La segunda presidencia de Juan Perón. (12-10-1952 al 16-09-1955).El Segundo Plan Quinquenal. La Guerra de Corea. La muerte de Eva Perón (26-07-1952). Carlos Aloé, Gobernador de Buenos Aires. El partido demócrata cristiano. La ley de divorcio y supresión de la enseñanza religiosa (diciembre de 1954). El conflicto con la Iglesia. Exoneración de Mons. Tato y Mons. Novoa. El contrato de la California (abril de1955). La insurrección militar del 16 de junio de 1955.  “La Revolución Libertadora”

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9.1.-La presidencia de Lonardi (23-09-1955 al (13 -11-1955). Presidencia del Gral. Pedro E. Aramburu (13 -11-1955 al 01-05-1958). El levantamiento de Juan Valle (09-06-1956).La resistencia peronista. John W. Coocke La reforma constitucional (30-08-1957). Las elecciones presidenciales (23-03-1958). El pacto Perón- Frondizi.
9.2.-La Presidencia de Frondizi (01-05-1958 al  29-03-1962. El desarrollismo. Frigerio. La política petrolera. El conflicto universitario. Renuncia de Gómez (18-11-1958). El Plan Conintes. Los planteos militares. Tratado Antártico (23-06-1961). Oscar Alende Gobernador de Buenos Aires; el triunfo peronista. (18-03-1962).
9.3.-El gobierno de José M. Guido (29-03-1962 al 12-10-1963). La política económica: Pinedo y Alzogaray. Política y Fuerzas Armadas: Azules y colorados. "El comunicado 150".La abstención peronista. La elección presidencial (07-07-1963).
9.4.-La Presidencia de Arturo Illia (12-10-1963 al 28-06-1966). La anulación de los contratos petroleros. Anselmo Marini Gobernador de Buenos Aires. El Plan de lucha de la CGT. El retorno de Perón (02-12-1964). El vandorismo.
9.5.-La Revolución Argentina: Presidencia de Juan C. Onganía (29-06-1966 al 08-06-1970). La noche de los bastones largos (28-07-1966). La política económica. Krieguer Vasena. El “Cordobazo” (mayo de 1969). El secuestro de Aramburu (28-05-1970). Las “formaciones especiales” Montoneros, Far, ERP. Presidencia de Roberto Levingston (18-06-1970 al 23-03-1971).
9.6.-Presidencia de Alejandro Lanuse (23-03-71 al 25-05-1973). “El Gran Acuerdo Nacional”. “La Hora del Pueblo” 811-11-1970). La Reforma Constitucional. Los hechos de Trelew (22-08-1972). El Regreso de Perón (17-11-1972).

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10.1.-Presidencia de  Héctor Cámpora (25-05-1973 al 03-07-1973). Los incidentes de Ezeiza (20-06-1973). Asesinato de Rucci.
10.2.-Tercera Presidencia de Perón (02-10-1973 al 01-07-1974). El Plan Trienal. El Modelo Argentino. El ataque al Regimiento de Azul (20-01-1974). Renuncia del Gobernador Bidegain. Intervención a Córdoba (marzo de 1974).
10.3.-Presidencia de María Estela Martínez de Perón. (01-07-1974 al 24-03-1976). López Rega. Montoneros en la clandestinidad. La ley de Contrato de Trabajo (octubre de 1974). “El Rodrigazo” (junio de 1975). Interinato de Italo Luder (13-09-1975). El gobernador de Buenos Aires Victorio Calabró. Sublevación del Brigadier Capelini (18-12-1975).

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11.1.-El Proceso de Reorganización Nacional. Presidencia de Jorge Videla (24-03-1976 al 29-03-1981). La política económica: Martínez de Hoz. “La Guerra Sucia”. Las madres de Plaza de Mayo. El paro de los “25” (27-04-1979). El conflicto con Chile. La mediación de Samoré (23-12-1978).
11.2.-La Presidencia de Roberto Viola (29-03-1981 al 11-12-1981). “La Multipartidaria” (04-07-1981) Muerte de Balbín (09-09-1981). La Presidencia de Leopoldo Galtieri (11-12-1981 al 17-06- 1982). La guerra de Malvinas (02-04-1982). Presidencia de Reynaldo Bignone (01-07-1982 al 10-12-1983). El documento del punto final (abril de 1983). La campaña electoral. (30-10-1983).

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12.1.-La Presidencia de Raúl Alfonsín (10-12-1983 al  1989). Segundo Congreso Pedagógico Nacional (30-09-1984) La “Conadep” y el juicio a las Juntas (22-04-1985). La consulta popular por el acuerdo sobre El Beagle (25-11-1984). La política económica: El Plan Austral (14-05-1985) y el Plan Primavera (agosto de 1988).  
12.2.- La ley del punto final (diciembre de 1985). El levantamiento de Semana Santa (abril de 1986)  La ley de la obediencia debida (29-05-1986). La sublevación de Monte Caseros (16 de enero de 1988); La crisis de Villa Martinelli; Aldo Rico (2 de diciembre de 1988). El coronel Seineldín. La toma de La Tablada.  Enrique Gorriarán Merlo (l 23 de enero de 1989). Las huelgas de la CGT.  La hiperinflación. La gobernación de Armendáriz. La Renovación Peronista. Cafiero Gobernador de Buenos Aires (06-09-1987). Carlos Menem.


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13.1.- La primera Presidencia de Carlos Menem: (08/07/ 1999 al 08/07/1995).  El Consenso de Washington. La convertibilidad: Domingo Cavallo. Las privatizaciones. Las “relaciones carnales” con los EEUU. El MERCOSUR. Los acuerdos fronterizos con Chile. EL Pacto de Olivos. La Reforma Constitucional de 1994.
13.2.- La segunda Presidencia de Carlos Menem (del 10/12/1995 al 10/12/1999). Las denuncias por corrupción de funcionarios y los “retornos” en la obra social de jubilados y pensionados PAMI. La venta ilegal de armas a Ecuador y a Croacia. Las irregularidades en la contratación con IBM en el Banco Nación. El aumento del desempleo. El asesinato de Luis Cabezas. La Alianza. Las elecciones presidenciales de 1999. Las gobernaciones de Eduardo Duhalde.
13.3 La Presidencia de Fernando De la Rúa (10/12/1999 al 21/12/2001). Los sobornos en el Senado. La renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez. Los aspectos económicos: Blindaje Financiero y el Megacanje. La fuga de capitales: el “corralito” y el “corralón”. La renuncia presidencial (20/12/2001). La sucesión presidencial: Ramón Puertas, Camaño, Adolfo Rodríguez Sáa y Eduardo Duhalde.


JPZ