sábado, 24 de diciembre de 2011

REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL DE 1949

LA CONSTITUCIÓN PERONISTA 

        El 11 de Marzo del año 1949 sancionó la Reforma de la Constitución Argentina, el cual se convirtió en uno de los hechos institucionales, políticos y culturales más importantes de la historia de nuestro país.
        Luego de 96 años de vigencia del mismo esquema político - institucional de neto corte liberal había llegado la hora de su reemplazo dados los signos visibles de su agotamiento y frustración, por un nuevo esquema que se adaptara mejor a la realidad económica y social argentina de esos años y a los actores sociales emergentes.
        Esta Reforma Constitucional venía siendo reclamada desde mucho tiempo antes por diversos sectores de la sociedad argentina, pero nunca llegó a materializarse a pesar de los diversos proyectos legislativos que se presentaron durante esos años.
        Este afán reformador de la dirigencia argentina se puso de manifiesto a partir del quiebre constitucional de 1930 y su intento de reforma frustrado. El radicalismo también se pronunció afirmativamente por la reforma en la Convención partidaria de 1937; varias provincias argentinas (San Juan, Entre Ríos, Buenos Aires, etc.) habían iniciado un nuevo ciclo constituyente local que tendía a receptar las tendencias del
Constitucionalismo social; y en América se había abierto un período de reformas constitucionales orientadas en sentido social.
        Lo cierto es que existía ya un alto consenso en reformar el texto original de 1853, que ofició de marco legal para el funcionamiento de una democracia de representación restringida, de tinte individualista y liberal, propio del momento histórico de su sanción y de las fuerzas políticas y económicas que predominaban por esos momentos, había quedado desactualizado y ya no podía adaptarse a la cambiante realidad social y económica argentina de la década del `40.
        Como sostiene Halperín Donghi, “la restauración del dominio político de los sectores desplazados por el radicalismo tras la ley Sáenz Peña, mediante el fraude electoral hacían que la República sea una farsa y el orden político un simulacro que  vivía de una rutina en la que nadie creía y de la que algunos partidos sacaban provecho a espaldas del pueblo”.
        El peronismo aparece en medio de esas circunstancias y como fruto, en buena medida, de la crisis del régimen constitucional y de su andamiaje institucional. La singularidad del peronismo viene dada, precisamente, del modo como entendió esa crisis y buscó soluciones alternativas y originales a la misma.


Origen y naturaleza del peronismo.


        Para entender la importancia de esta Reforma, hay que hacer un esfuerzo para comprender el origen y la naturaleza del movimiento peronista, ya que Perón no surge del vacío, de la nada, sino que se van dando varias circunstancias favorables para su vertiginoso ascenso hasta convertirse en presidente de la República Argentina en el año 1946.
        A través del Golpe de Estado de Junio de 1943 Perón comienza a meterse en la vida pública de nuestro país de una manera silenciosa, siendo coronel se va a desempeñar en el gobierno revolucionario de junio de 1943, en el modesto cargo de jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra.
        La inesperada aparición del coronel Perón en la escena política argentina se debió a la consecuencia coherente de un proceso comenzado hacia principios de los años ´30, caracterizado por profundas modificaciones en la estructura económica y social de nuestro país. Los cambios económicos están relacionados con la adopción del proceso de sustitución de importaciones y los cambios sociales son consecuencia del crecimiento de la distribución del PBI entre los sectores medios y bajos. Estos cambios trajeron aparejado en lo político el surgimiento del movimiento peronista.
        Juan Domingo Perón entendió mejor que ningún otro político de los partidos tradicionales la profundidad de estos cambios. Como sostiene Rapoport, “la antigua clase política no podía seguir gobernando un país que, por otra parte, había dejado de comprender”.
        El coronel Perón fue consciente que la situación social y laboral en la Argentina estaba a punto de explotar y por eso se hizo designar en el Departamento de Trabajo, con objetivos muy específicos. El coronel creía que “los grandes cambios en el mundo del trabajo, la probabilidad de una crisis económica y la existencia de fuertes sindicatos reivindicatorios de izquierda constituían una amenaza revolucionaria que los hombres del GOU se habían comprometido a conjurar” (Rouquié).
Perón también tenía claro la necesidad de ganar los sindicatos y de atraerse el apoyo de las masas. Entendía que el gobierno revolucionario, militar y nacionalista, no podría mantenerse en el poder mucho más tiempo prescindiendo del apoyo de los sindicatos y obreros.
        La forma en que Perón comenzaba a ganarse los sindicatos era a través del contacto directo con los grandes líderes sindicales como Bramuglia y Borlenghi; cuando los sindicatos eran manejados por partidos de izquierda y no aceptaban ser cooptados por Perón, éste buscaba o creaba dirigentes de segunda línea y los apoyaba en contra de sus líderes, o utilizaba sindicatos autónomos con el mismo objetivo.
        Otra institución de suma importancia y de gran influencia para la sociedad de la época también se sumó originariamente a este movimiento heterogéneo alrededor del coronel Perón; la Iglesia Católica reconoció en Perón al heredero de un gobierno militar promotor de la enseñanza religiosa en las escuelas y al adversario de un candidato laico con un programa más progresista en materia de educación y en materia familiar. Con la Iglesia se completa así el cuadro de sectores que conformaron el origen heterogéneo del movimiento peronista.
        En cuanto a la formación intelectual e ideológica de Perón debemos reconocer múltiples influencias en su pensamiento y posterior accionar como presidente de la República. Influyen así en Perón la “tensión” social de los años 1918-1921, la experiencia como agregado militar en Chile y Europa, la influencia de los Generales Descalzo y Sarobe, los postulados del nacionalismo argentino y latinoamericano y el modelo de desarrollo nacional industrial “prusiano” de la “Nación en armas”.
          Siguiendo al historiador peronista Fermín Chávez vemos que “la mayor parte de la obra doctrinaria del propio Perón representa una amplia amalgama constituida por una síntesis de ideas nacional-populista (especialmente de raíz forjista), sindicalista y social cristiana”.



Presentación de los Proyectos peronistas de reforma constitucional.

        Volviendo a la temática específica que rememoramos hoy, vemos cómo se incrementaron con el triunfo de Perón en 1946 las iniciativas de reforma constitucional de manera constante; en total fueron once proyectos los que se presentaron en el Congreso, en los primeros tres años de gestión del gobierno peronista.
        Cabe resaltar que la mayoría de estos proyectos revestían el carácter propio del Constitucionalismo Social, destacándose entre ellos el proyecto de Arturo Sampay, de Cámpora, de Cooke y de Eduardo Colom.
        En este sentido, por ejemplo, Cooke, en su proyecto, va a receptar los contenidos del constitucionalismo social, reiterando la declaración de derechos sociales, con las mismas palabras con las que el propio presidente Perón ya los había proclamado en el año 1947  y además reconocía expresamente que el Estado había abandonado una posición pasiva, asumiendo nuevas actividades que ya no dependían sólo de iniciativas individuales. En particular, destacaba la presencia del Estado como actor económico excluyente, ante las nuevas y duras condiciones económicas mundiales que trajo aparejadas para nuestro país y toda la región el orden de posguerra.
        En estas expresiones de Cooke podemos notar la creencia firme del peronismo en que el Estado era el único capaz de solucionar la cuestión social e instrumentar una política de definitiva unión nacional.
        En cuanto al proyecto de reformas, Sampay lo va a presentar sosteniendo que ese proyecto pretende cambiar el sistema de valores de la Constitución vigente, su ideología, “pues la estructura del poder no es más que un derivado consecuente de la parte dogmática”. Se pregunta, entonces, por la filosofía de la constitución vigente, por los valores que ella representa.
        Para Sampay, como para los convencionales peronistas, la constitución argentina está inscripta en el ciclo de las constituciones liberales, exalta la libertad personal, suprimiendo restricciones jurídicas y limitando al Estado a un mínimo de acción. Hay en ella una escisión de dominios, el económico-social, apolítico, reservado a los individuos libres; y el político, limitado a las funciones mínimas que garantizan la marcha del primero. Esta construcción reposa en la idea liberal de un orden natural, espontáneo, tributaria del optimismo antropológico, avalada por la teoría del Estado neutro. Su consecuencia es sabida: el imperialismo y la concentración de riquezas acaban expoliando a la nación y empobreciendo al pueblo, mientras el poder mira en silencio cómo los grupos económicos pujan por sus intereses.
        En ocasión de la defensa del proyecto oficial va a sostener Arturo Sampay que:
“Por todo ello es que urge incorporar definitivamente al texto de nuestra Carta Fundamental el nuevo orden social y económico creado, cerrando de una vez la etapa cumplida, y desvaneciendo las acechanzas reaccionarias, para que la Constitución renovada, al solidificar una realidad jurídica que si no puede decirse inconstitucional, es extraconstitucional, sea para los sectores privilegiados de la economía argentina como la leyenda que Dante vio en el frontispicio del infierno: Lasciate ogni speranza e inicien en consecuencia una segunda navegación, orientada hacia la economía social, que si en algo mermará su libertad, hará más libre a la inmensa mayoría del pueblo, porque esa libertad de un círculo restringido, que tanto defienden, se asentaba en la esclavitud de la gran masa argentina”.
        Por su discurso popular sobre la defensa de los derechos del pueblo argentino y por concebir al gran problema nacional como social y no político, es que podemos ver en el peronismo a una verdadera revolución social porque tiene como finalidad y como nuevo sujeto protagónico al pueblo, por encima de cualquier otra consideración.
        La constitución de 1949 introdujo una verdadera revolución en las concepciones del Estado, la propiedad, la economía y la soberanía.


La obra de la Convención. (Segovia)

Visión panorámica

        El proyecto de Cámpora, parco y amplio, abrió el debate en el Congreso. La consideración legislativa estuvo centrada básicamente en el sentido y alance de las fórmulas del artículo 31 de la C.N. En menos de quince días se dio sanción a las leyes 13.233 sobre reforma constitucional y 13.262 de elección de los diputados constituyentes. El 6 de enero de 1949 el Consejo Superior del Partido Justicialista hizo conocer su anteproyecto de constitución.
        La propuesta partidaria oficial recibió objeciones por parte de los convencionales peronistas electos, por lo que se decidió formar una Comisión de Estudio del Anteproyecto de Reforma a la Constitución Nacional del Bloque Peronista, encabezada por Sampay, para dar unidad ideológica a la propuesta.
        La Convención, reunida en Buenos Aires, comenzó con las sesiones preparatorias el 24 de enero de 1949 y concluyó con el juramento del nuevo texto el 16 de marzo de ese año. La constitución reformada fue sancionada el 11 de marzo de 1949.
        Esta Convención fue, lamentablemente, un encuentro peronista, pues la oposición radical, minoritaria, se retiró luego de criticar tanto el procedimiento de la reforma como las intenciones que se vislumbraban en el proyecto oficial. La circunstancia de que dominara una voz única, le quitó a la asamblea la riqueza del debate ideológico encontrado; las discusiones son aparentes y las exposiciones uniformes, anodinas por momentos. Salvo Sampay, reina una mediocridad general. Sólo Sampay aporta luz a la reforma.

Lugares comunes de la reforma (Segovia).


        El mensaje reformista descansó en algunos tópicos. El primero es la caducidad de la constitución de 1853, que casi todos trataron con benignidad, como quien guarda compostura frente a un muerto; en todo caso, según las palabras de Luder, el mejor modo de rendir tributo a esa constitución era reformándola, adecuándola a las novedades que trae la mudanza histórica. Al fin y al cabo se vivía en un mundo diferente al del siglo XIX, incomparable desde el punto de vista técnico como del político-ideológico; la evolución era seña de envejecimiento y aguijón de los cambios.
        El segundo tópico está encerrado en el carácter sociológico de las reformas propuestas, que tratan de apresar la evolución hacia el constitucionalismo social que Europa vive desde fines de la primera gran guerra. La reforma es sociológica en un doble sentido: primero, porque recoge (y proyecta) instituciones que desde hacía décadas tenían vigencia independientemente de la letra constitucional; y segundo, porque se acomodaba al espíritu que presidía estos cambios: una nueva concepción jurídica centrada en la justicia social y en la función social de los derechos, antes que en el individuo y sus inalienables derechos. Como dijera Pérez, se trata de llevar a la constitución un orden de hechos ya establecidos y el espíritu que los inspira, porque de no hacerlo, se corre el riesgo de no asegurar su permanencia.
        Sin embargo, este tópico choca fuertemente con otro que se repite hasta el cansancio: que la reforma es revolucionaria, porque entroniza constitucionalmente las instituciones y la doctrina de la revolución peronista.
        Pero la contradicción es solo aparente, discursiva. Lo que se ha querido expresar es una suerte de síntesis entre una doctrina y unas realizaciones revolucionarias (el peronismo) y una norma que acoge esa doctrina y esas realizaciones (la constitución peronista).
        En todo caso, la reforma constitucional es sociológica en tanto que recepta lo logrado por el peronismo; pero, en tanto que lo receptado es capítulo de una revolución en curso, la reforma misma es revolucionaria. Y no podía ser de otro modo porque, en principio, varias instituciones concretas (particularmente las económicas y las
de asistencia social) ya estaban impuestas por el gobierno peronista, cuando no venían de antes, y por eso la reforma es sociológica, reflejo de evoluciones pasadas y recientes; mas, al mismo tiempo, al consagrar lo acontecido y mudar la doctrina constitucional (del espíritu liberal al espíritu peronista), la constitución quedaba abierta a la incorporación de las futuras evoluciones del gobierno nacional.

Influencia de la Cosmovisión Cristiana en la Constitución de 1949.


        La concepción filosófica de la reforma constitucional de 1949 va a estar imbuida de la influencia de la democracia cristiana, y esto se va a ver reflejado en varios artículos de la constitución reformada, aunque en la mayoría de los casos en forma implícita, como por ejemplo cuando se habla de la “restauración del orden natural de la sociedad mediante el vigorizamiento de la familia” como principal política futura. También podemos ver reflejada la influencia cristiana cuando se habla de la justicia social en el orden económico.
        De acuerdo a esta concepción la nueva constitución puede juzgarse como una norma nacionalista, que estimula y protege a la familia, y que toma al trabajo como pilar del nuevo orden económico.
       

Personalización del Poder y estatización de los servicios públicos.

Otro tema a destacar de la reforma constitucional es el relacionado con la  personalización del poder que estaba acompañada, en el proyecto peronista, de un creciente estatismo, donde el Estado comenzó a hacerse cargo de los problemas sociales del trabajo y de ciertas regulaciones económicas, de modo tal que su protagonismo fue cada vez mayor.
        La personalización del poder, consagrada por la reforma, constituía para Perón        no un defecto del sistema político sino una virtud que tenía que ser explotada en beneficio de la Nación.
        Uno de los artículos que más críticas cosechó desde el movimiento opositor y desde el extranjero fue el artículo 40 de la nueva Constitución, que consagraba y consolidaba la estatización de los servicios públicos.
        El Artículo 40 de la Constitución de 1949 era la ingeniería constitucional para llevar a la practica las banderas del peronismo: "…la organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social…." Para eso "…el Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución...","…los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación…", "…los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine…".
        En esta misma línea de ideas el artículo 68 estableció como función del Congreso la distribución y la colonización de tierras, procurando el desarrollo de la pequeña propiedad agrícola en explotación.

Reelección, caudillismo y liderazgo.

        Detengámonos en la cláusula que permitía la reelección indefinida de Perón. La democratización de los poderes se concentra en el Poder Ejecutivo, en la elección directa del presidente y su reelección. Es la reelección, uno de los temas cruciales y Sampay lo sabe, por eso dedica la parte final de su discurso a descifrar el sentido de la institución.
        El primer argumento a favor es el democrático: si el pueblo es quien elige a los titulares del poder, es contradictorio que la constitución le prohíba hacerlo con determinadas personas que reúnen las condiciones para ser electas.
        El segundo argumento desmitifica la cultura política latinoamericana: nuestros pueblos son cívicamente maduros, ha pasado ya el tiempo del fraude y la violencia que no se debió, por otra parte, a una supuesta incultura sino al imperialismo servido por criados locales.
        El tercer argumento pretende demostrar la bondad de la reelección en general: son pocas las constituciones que la prohíben, porque están persuadidas de que, como dijera Hamilton, es conveniente la continuidad por un tiempo determinado para dar estabilidad a la administración.
        El argumento central de Sampay es el cuarto, que justifica la reelección en atención a “las circunstancias políticas excepcionales que vive el país [que] nos obligan a asumir la responsabilidad histórica de esta reforma”. Según Sampay, el país vive un “profundo proceso revolucionario” de superación del liberalismo burgués, proceso a cargo de los “sectores populares argentinos tras una personalidad política excepcional, que después de tomar conciencia histórica de la crisis, después de precisar lo que con ella muere y lo valioso que por ella se regenera, porque es lo inmutable y eterno de la civilización cristiana, conduce al país, con firmeza y clarividencia, hacia la superación del momento crucial que vive el mundo”.
        En la frase que sigue a continuación Sampay caracteriza la excepcionalidad del poder de Perón y de la revolución peronista:
        “Este movimiento popular en torno al general Perón –porque, cronológicamente lo primario fue el jefe político, y lo consecuente la formación de los cuadros masivos que lo sostienen- se funda en una amplísima confianza en su virtud política y apunta a la realización revolucionaria de los más altos valores en la comunidad, porque el vínculo que unifica al General Perón y a las masas populares argentinas es la participación en la misma empresa nacional. Esta forma extraordinaria de gobierno –sociológicamente hablando, porque jurídicamente se da en las democracias, a la inversa de los totalitarismo rojos o pardos, en la regularidad de las formas establecidas, como es el caso de la leadership de los presidentes americanos reelegidos hasta la muerte- es, por su propia naturaleza de carácter personal y temporal: la confianza del pueblo no se transmite porque se asienta en la sublimación del prestigio de un hombre, y la acción personal en consecución de la empresa sólo se agota cuando se cumplen sus objetivos. Se comprende, entonces, Señor Presidente, que si la suerte de esta empresa argentina depende de la posibilidad constitucional de que el General Perón sea reelegido Presidente de la República por el voto libre de sus conciudadanos, debe quitarse de la Constitución ese impedimento que no aconsejan ni la prudencia política ni la circunstancia histórica que vive el país.”
       

Los derechos sociales.


        Los Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura fueron el vértice de un nuevo concepto de democracia a partir del gobierno peronista. La nueva constitución introduce un nuevo concepto de ciudadanía delineado por dos pilares: los derechos sociales y la justicia social.
        El artículo 37 se explayaba sobre los derechos del trabajador: El derecho de trabajar; a una Retribución Justa; a la Capacitación; a condiciones dignas de trabajo; a la preservación de la salud; al bienestar; a la seguridad social; a la protección de su familia; al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales.
        Aparecen por primera vez en la Argentina los derechos de la familia, unidad básica de la sociedad y pilar del desarrollo de la Nación.
        Se sancionaron los derechos de la ancianidad: el derecho a la asistencia; a la vivienda; a la alimentación; a la salud física; al cuidado de la salud moral; al esparcimiento; al trabajo; a la tranquilidad y al respeto.


Nuevo concepto de la propiedad.


        Una de las claves de la sociedad construida por el primer peronismo residía en la nueva función social que adquiría la propiedad privada.
        La constitución introdujo un artículo que define "…la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica…". Para garantizar ese concepto, en el artículo 38, se estableció que "…la propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común…".



JPZ

PRESIDENCIAS FUNDACIONALES

Mitre – Sarmiento – Avellaneda (1862-1880)


Introducción

El período que va desde la batalla de Pavón (1861) hasta el fin de la presidencia de Avellaneda involucra un conjunto de cambios políticos, económicos y sociales de gran trascendencia para nuestro país. Entre ellos, la reconstrucción institucional de la República y la finalización de décadas de guerras civiles, configuran la base que dará paso al ‘despegue’ económico y la mayor complejidad social que experimentará Argentina a partir de los ochenta.
Algunos autores (Floria y Belsunce) consideran a la presidencia de Mitre como el último estadio de la ‘Argentina épica’ donde ya se advierten las primeras medidas que conducirán a partir de 1880 a una nueva etapa histórica, la de la ‘Argentina moderna’.
Sin embargo, y especialmente durante el período que incluye las presidencias de Sarmiento (1868) y de Nicolás Avellaneda (1880), se aglutinan aquellos cambios que darán paso a la ‘Argentina moderna’:
·         Fin de la división entre interior federal y Buenos Aires liberal. En su lugar, el interior se vuelve liberal gracias a que el Partido Autonomista se vuelve nacional, volviendo los provincianos a asumir la conducción nacional.
·         Radicación del inmigrante
·         Desarrollo del ferrocarril
·         Lucha contra el analfabetismo
·         Régimen de tierra
·         Aparición de las primeras industrias
·         Desarrollo de la agricultura


Presidencia de Mitre (1862-1868)

La batalla de Pavón (1861) dio al partido liberal la victoria definitiva que le permitirá imponer por la armas su programa de gobierno y su ideología al interior todavía federal. Tal estado de cosas pudo darse por el acuerdo tácito entre los dos principales contendientes en la batalla: Mitre, Gobernador de Bs.As. y líder de la facción liberal, y por otro lado, Urquiza,  Gobernador de Entre Ríos y caudillo de las fuerzas federales, ambos representantes máximos de dichas ideas desde el derrocamiento de Rosas. El ‘acuerdo’ implicaba que Urquiza dejaría libre a Buenos Aires para derribar al gobierno nacional de Derqui, imponer por la fuerza el programa liberal en interior y ‘restablecer la Constitución’. Como contrapartida, Mitre no molestaría al gobernador de Entre Ríos (Urquiza), comprometiéndose a hacer la paz con esa provincia y Corrientes.
Dicho ‘acuerdo’ daría lugar a un gran malestar dentro de ambas partidos. Como consecuencia, el Partido Liberal se dividirá en el Partido Nacionalista (Mitre) y el Partido Autonomista fundado por Adolfo Alsina, fruto del descontento que la política del acuerdo con Urquiza había gestado en Buenos Aires. Por el lado de las filas federales, Urquiza nunca logro restaurar el respeto perdido luego de su alianza con los porteños – una década después será asesinado por un federal como López Jordán -.

Mitre resumió su programa en el lema “Nacionalidad, Constitución y Libertad”: una Nación unida que sea superior a la suma de sus partes; una Constitución Federal que sea garantía de esas partes; y libertad política que concebida según sus ideas liberales, implicando con ello al libre juego de las instituciones, la libertad de crítica, y la eliminación del caudillaje; es decir, una libertad que debería surgir del triunfo de la ‘civilización’ por sobre la ‘barbarie’. Sin embargo, y dada la debilidad del liberalismo en el interior, Mitre debió usar la fuerza para imponer dichas ‘libertades’. Por lo tanto, mientras por un lado Mitre decía sostener la libertad de los pueblos, al mismo tiempo, se disponía a derribar regímenes que contaban con un amplio consenso popular. Este ‘nudo gordiano’ fue cortado por Mitre argumentando que, dado que esos pueblos no habían elegido a sus representantes libremente, primero debían ser libertados, luego debían dárseles una nueva cultura política, y recién entonces estarían en condiciones de elegir ‘apropiadamente’ a quienes lo iban a representar. Por eso es que quienes fueron los encargados de llevar adelante ese proceso estaban convencidos de estar realizando una misión libertadora y civilizadora.

CAMPAÑA EN EL INTERIOR:
La estrategia de Mitre fue asegurar primero el litoral a través de Corrientes y Santa Fe; sólo respetó a Urquiza en Entre Ríos según había sido pactado. Luego se repetirán las intervenciones en Córdoba donde los liberales ya tenían un gran predicamento, San Luis, Mendoza y San Juan (Sarmiento). En el norte, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y Salta aceptaron un acuerdo pacífico bajo los auspicios de Marcos Paz (3/03/1862); solo en La Rioja se generó un autentico desafío a las autoridades nacionales. Su líder era el Chacho Peñaloza quien ya se había opuesto a la Confederación de Rosas. Su oposición no sólo se fundaba en la aversión a las ideas liberales y centralistas porteñas sino también en la profunda miseria que afectaba a las provincias del norte cordillerano. En su plan de resistencia, primero intentó hacer pie en Tucumán, aunque sin éxito; luego la suerte le fue una vez más adversa en otros combates menores. Quedaba así demostrado que las montoneras gauchas y la falta de recursos ya no podían hacer frente a las fuerzas de línea del gobierno nacional.
A pesar de las victorias sobre el ‘Chacho’, el Gral. Paunero comprendió que Peñaloza era el único hombre capaz de poner orden en la caótica provincia de La Rioja. Así también lo comprendió el ‘Chacho’, quién accedió a respetar las autoridades nacionales y pacificar la provincia. Sin embargo, la experiencia solo le sirvió al caudillo para convencerse definitivamente que la voluntad de Mitre consistía en someter al interior. Por ello, en marzo de 1863, el riojano se reveló nuevamente, invitando esta vez a Urquiza a encabezar la conducción del movimiento, en la inteligencia que únicamente el caudillo entrerriano podría llevar otra vez a la victoria al interior federal. No obstante, Urquiza nunca contestó, echando así, y en forma definitiva, la suerte del levantamiento. La combinación hecha entre Sarmiento y Paunero al frente de las fuerzas nacionales dio fin no solo a la revuelta, sino también a la propia vida de Peñaloza, hecho del que Sarmiento se congratularía.
La muerte del Chacho no bastaría para terminar de zanjar las diferencias entre Buenos Aires y el Interior. En 1866 una nueva revuelta contra las autoridades nacionales, conocida como ‘La Rebelión de los Colorados’, tuvo como epicentro la provincia de Mendoza. A las causas ya mencionadas ahora se agregaban el enorme descontento que había generado entre los provincianos la guerra contra el Paraguay (1865-1870), ejemplificado en el gran número de motines y deserciones del frente de batalla. Gracias a ello, el movimiento triunfó en Mendoza con Videla, en San Luis con Felipe Saá, y en Catamarca con Felipe Varela. Semejantes triunfos representaban una amenaza de proporciones suficientes como para que Mitre decidiera volver al país y ordenar que 3500 hombres fueran retirados junto con él del frente paraguayo. Finalmente, Arredondo logró poner fin a la revuelta derrotando a Saá, líder del movimiento, en San Ignacio.

GESTIÓN DE GOBIERNO:

Una de las principales preocupaciones de Mitre era consolidar una estrategia nacional. A tal fin, en primer lugar conformó un gabinete que podríamos llamar federal por el origen de sus titulares (los tres eran senadores al momento de ser convocados) en tres carteras clave:
q  Interior: Guillermo Rawson (San Juan):
q  Relaciones Exteriores: Rufino de Elizalde (Buenos Aires)
q  Hacienda: Vélez Sársfield (Córdoba)

En segundo lugar, intentó federalizar Bs.As. Sin embargo, la legislatura porteña de mayoría autonomista rechazó su intención. Por tal motivo, Mitre optó por una solución intermedia materializada en la llamada Ley de Compromiso: las autoridades nacionales residirían en Bs.As., quedando la ciudad bajo jurisdicción provincial, hasta tanto el Congreso Nacional dictara la ley definitiva sobre la Capital. La Ley tendría cinco años de duración. Cumplido el plazo, en 1866 coincidieron la elección de Alsina como nuevo gobernador de Bs.As. con el fin de la Ley de Compromiso. La situación fue resuelta por el Vicepresidente de Mitre, Marcos Paz, quién sostuvo el derecho que tenía el gobierno nacional de residir en cualquier punto del territorio. Gracias a su buen entendimiento con el nuevo gobernador de Bs.As., el gobierno nacional logró proseguir el cumplimiento de sus funciones desde Bs.As. El problema de la capital federal pudo permanecer en ese precario estado también durante la presidencia de Sarmiento gracias a que el Vicepresidente de Sarmiento fue justamente Alsina. A partir de la presidencia de Avellaneda (1874-1880), el nuevo gobernador de Bs.As. y representante máximo del localismo porteño ahora era Carlos Tejedor, con quién el problema cobrará un dimensión nunca alcanzada hasta entonces, llevando al enfrentamiento por las armas entre las fuerzas nacionales que respondían a Avellaneda y eran conducidas por un joven Roca, y las autonomistas porteñas lideradas por Tejedor, pero contando en esta oportunidad también con el apoyo de Mitre, quién contradecía así su propia política como presidente de la República.

OBRA ADMINISTRATIVA:

·         Reconstitución de la Corte Suprema de Justicia y la organización y procedimiento de los Tribunales Nacionales.
·         Adopción por parte de la Nación del Código de Comercio de Buenos Aires (Acevedo y Vélez Sársfield).
·         Encargo a Vélez Sársfield la redacción del Código Civil, obra que se terminaría cinco años más tarde, siendo finalmente promulgada durante la presidencia de Sarmiento (1871).
·         Encargo a Carlos Tejedor la redacción del Código Penal.
·         Reestructuración y creación de Colegios Nacionales en varias provincias.

TAREAS PENDIENTES:

·         Mejoramiento de la enseñanza primaria, obra que sería encarada recién durante la presidencia de Sarmiento.
·         Problema del indio. Desde la caída de Rosas, la tierras conquistadas al indio se fueron perdiendo paulatinamente debido al esfuerzo militar empleado en las guerras civiles y en la Guerra del Paraguay. Así quedo pospuesto su plan de llevar la frontera con el indio hasta los ríos Negro y Neuquén. El plan de Mitre era hacer ocupación efectiva del territorio como medio de limitar la expansión indígena ya que había observado que la tierra ocupada por ellos solía pertenecer a enfiteutas y no a propietarios.
·         A pesar de lo dicho en el punto precedente, el gobierno de Mitre no produjo ninguna política especial en materia de tierras o inmigración, en particular porque la inmigración se estaba dando espontáneamente y en número considerable. La única excepción fue el plan que trajo al país los primeros inmigrantes galeses a la pcia. del Chubut.


POLÍTICA EXTERIOR:


La guerra del Paraguay (1865-1870).

Paraguay antes del conflicto.[1]
Las relaciones entre los actuales Estados de Argentina y Paraguay comienzan a fraguarse en 1776 con la creación el Virreinato del Río de Plata, con capital en Buenos Aires. Esto significó para Paraguay, por un lado un progreso económico, ya que las comunicaciones con la nueva capital eran más fáciles que con Lima, su antigua capital; por otro lado quedó limitada su autonomía por encontrarse más próxima a la esfera de influencia de la metrópoli regional.
Paraguay declaraba su independencia tres años antes que la Argentina, (12-10-1813). En dicha epopeya comienza a destacarse la figura del declarado con posterioridad, dictador perpetuo, José Gaspar Rodríguez de Francia. Este hombre fue el responsable del extraordinario crecimiento del Paraguay desde 1816, año que asume la más alta magistratura, hasta su muerte en 1840.
Las políticas del dictador se basaron en las siguientes líneas directrices:
·Aislamiento del país a la influencia extranjera.
·Pacificación del país consolidando una fuerte identidad nacional (se limitó la entrada de extranjeros).
·Se eliminó casi la totalidad de la aristocracia paraguaya y se confiscaron la mayor parte de las grandes propiedades, estas tierras luego eran arrendadas a bajo precio, además los campesinos más pobres eran dotados gratis con ganado y útiles de labranza.
·Para realizar la política de puertas cerradas, el dictador Francia debió apoyarse en los sectores que no tenían compromiso con los medios mercantiles porteños, artesanos, clase media rural y pueblo en general; para ello tuvo que debilitar a los grandes comerciantes locales.
·La economía se define como un capitalismo de Estado que provocó, a su vez, la formación de una burguesía rural. Se intentó diversificar los cultivos con el objeto de hacer a la nación invulnerable frente a presiones económicas del exterior. El Estado era el encargado de monopolizar el comercio exterior pues buscaba que los beneficios quedaran en su poder  y no en manos de comerciantes privados.

La muerte de Francia dio lugar al segundo proceso de crecimiento paraguayo encarado por Carlos Antonio López[2], continuador de la política de engrandecimiento iniciada por Francia. En lo político y en lo económico se registran cambios importantes; en el primer caso se cambió de régimen de gobierno pasando ahora a un presidencialismo (solo de jure, de facto seguía siendo una tiranía que se prolongó durante 18 años) gracias a que en 1844 se promulgó la primer constitución paraguaya; en lo económico, apertura del comercio exterior. Sin embargo, no conforme aún con los avances alcanzados, se propuso modernizar desde las raíces a su país, reformando la ley de aduanas que  permitía ahora la importación de maquinarias e instrumentos de labranza, industria, artesanado y ciencia. Además, el gobierno paraguayo contrató en el exterior profesionales y técnicos para organizar  y dirigir las empresas estatales, la educación y las obras públicas. López también fue el encargado de modernizar su milicia, construyendo ferrocarriles, líneas telegráficas, una flota fluvial de guerra, poderosos fortines y una red de hospitales militares.
La balanza comercial siempre arrojaba un balance positivo, la tierra era fiscal en su casi totalidad y los propietarios de predios particulares eran todos paraguayos, pues las leyes se lo prohibían a los extranjeros. La instrucción pública llegó a tal nivel que Alberdi llegó a sostener que Paraguay era un país “donde todos saben leer y escribir”.  Dirá Escalabrini Ortiz respecto a el Paraguay de esta época, “Allá por los años de 1860 el Paraguay era la Nación más próspera adelantada y progresista de todo el continente sudamericano. Sin pedir prestado un solo centavo al extranjero, con sus recursos propios, había construido el primer ferrocarril que se tendió en Latinoamérica, el primer telégrafo, la primer fábrica de armas digna de ese nombre y los primeros altos hornos erigidos en esta parte del mundo. Construía sus propios barcos  en sus propios astilleros, sus telas y sus calzados. Había realizado el prodigio con operaciones muy sencillas. Traía su yerba y sus cueros hasta el puerto de  Buenos Aires. Los vendía y con el oro adquiría en Europa los materiales que necesitaba y contrataba los técnicos que le hacían falta. Nada más simple, honrado y aparentemente más merecedor de elogios”.[3]
En el año 1862 muere Carlos Antonio López, sucediéndolo (a pesar de la Constitución) su hijo Francisco Solano López, para aquel entonces jefe supremo de las fuerzas armadas y un auténtico caudillo popular. En Buenos Aires, casi simultáneamente, hacía lo propio Bartolomé Mitre. En esta coincidencia histórica puede observarse el antagonismo político casi ideal de ambas figuras: López, defensor del patrimonio nacional para asegurar el desenvolvimiento autónomo frente a los extranjeros; Mitre ferviente entusiasta del liberalismo europeizante que solo veía progreso en la entrega del patrimonio al capital extranjero, que según él sería el único capaz de arrancar de la barbarie a esta América todavía sumida en lo indígena y lo hispánico.

Hegemonía brasileña después de Caseros.[4]
La tesis que sostiene J.M. Rosa es que la guerra contra Paraguay cierra el proceso histórico que había comenzado en la guerra contra la Confederación Argentina de 1851 o dicho en  términos más concretos, contra Rosas. Rosas representaba para el Imperio un enorme escollo para sus aspiraciones expansionistas, ya que había logrado la unidad de la mayor porción del ex virreinato del Plata consolidando la unidad de las 14 provincias enemigas; había impedido el avance Imperial en Paraguay y Uruguay; no reconocía la ocupación de la Misiones Orientales ni la libre navegación de los ríos interiores argentinos orientales o paraguayos; y sobre todo, alentaba la posibilidad de unir a todos los pueblos de habla hispana. Esto en conjunto amenazaba la propia seguridad del Imperio del Brasil.
     
Brasil - Paraguay: “Diplomacia del cañón”.
Brasil se sentía con el derecho de poder exigir al Paraguay ventajas fronterizas, fluviales y de participación política. El Imperio se consideraba el responsable de la definitiva independencia de Paraguay al eliminar a quién siempre la puso en duda, y exigía por ello que se le tratara con ciertas ventajas. En particular, el Imperio pretendía la libre navegación del río Paraguay. Pero estas no eran razones suficientes para López. Menos aún desde la soberbia con la que solía manejarse el Encargado de Negocios brasileños en Asunción, Pereira Leal. La situación se descompuso definitivamente cuando Leal le recordó a López las fuerzas militares y navales del Brasil. Los hechos concluyeron con la expulsión de Leal de Paraguay.
Como respuesta al agravio, en 1854 la escuadra brasileña se dirigió a Asunción con la esperanza de que su sola presencia fuese suficiente para amedrentar a López; era la diplomacia del cañón. López puso a Asunción en estado de guerra. El jefe de la escuadra imperial, al ser apercibido por López, tuvo que dejar su escuadra en Tres Bocas para dirigirse a negociar con un solo buque. Finalmente, lo único que consiguió la escuadra brasileña de estas negociaciones fue un desagravio hacia S.M. el emperador por la expulsión de Leal. Sin embargo, lo más importante era conseguir que López aprobara la libre navegación del Paraguay porque era la ruta más importante que comunicaba al imperio con el Matto Grosso. López le propuso solo una libertad de navegación restringida, previa autorización a solo dos  buques de guerra de escaso poder bélico. Así las cosas, Oliveira regresó con logros demasiado pobres en comparación con las pretensiones originales del Imperio. Poco tiempo después (1856) el Canciller Paranhos hizo saber a Paraguay que desaprobaba el tratado Olivera-López.
De estos hechos ya no se le podía esconder a nadie el irremediable desenlace que tendrían los acontecimientos, “el resultado inevitable será la guerra dentro de seis años”, se le oyó decir a López (Horton Box).
Pero, ¿por qué el Imperio no se había resuelto a destruir a López? La respuesta hay que buscarla en la débil posición estratégica de Brasil, comprometiendo ante una eventual derrota los frutos de Caseros. La alianza entre paraguayos, federales y blancos uruguayos se oponía con alguna ventaja a la otra alianza integrada por brasileños, colorados y liberales porteños. Debía posponerse la guerra para una mejor ocasión. Esa mejor ocasión vendría más adelante de la mano de Urquiza para quien siempre habría los patacones necesarios para mantenerlo al margen de la futura contienda y de la reconquista de los colorados del poder en Uruguay.

Brasil - Argentina: “diplomacia del patacón”.
En la batalla de Caseros se consolidó el dominio brasileño en ambas márgenes del Plata. Las aspiraciones imperiales de poner fin a la amenaza rosista llegó a feliz término cuando Urquiza, destinatario de los “favores pecuniarios del barón de Mauá[5], asintió la invasión de tropas imperiales del territorio argentino con el objeto de derrotar a Rosas. Luego, por los tratados de 1851, la República Oriental pasó a ser política y financieramente un protectorado imperial. Urquiza al dar garantía a aquellos tratados aceptaba, en nombre de Argentina, el protectorado brasileño en Estado Oriental y renunciaba al mismo tiempo a las Misiones Orientales.
En 1857,  cuando el barón de Mauá llega a Paraná, consigue el monopolio bancario con amplias facultades, entre las que se destacan, emitir monedas y billetes, sus deudores serían considerados deudores del Estado, quedaba liberado de todo impuesto y sus cajas serían destinatarias de la recaudación nacional. En 1858 ya estaban dadas las condiciones para una filial en Rosario, luego vendría Buenos Aires.
Por lo tanto, al iniciarse la guerra de la Triple Alianza, Mauá era el árbitro financiero del Plata, y los gobiernos dependían de ello.
Antes de estos sucesos, en 1856, había llegado el vizconde de Abaeté, ministro de Negocios Extranjeros, debido a que necesitaba establecer un pacto para estrechar filas con Urquiza con motivo de  los serios enfrentamientos que en 1854 había tenido el Imperio con Paraguay. El tratado, firmado por Urquiza, garantizaba la libre navegación del río Paraguay.  Esto obligaría a hacerlo valer en caso de un previsible no reconocimiento por parte de Paraguay. Así, Urquiza fue el primero en atar los destinos de Argentina a los vaivenes del imperio.
Toda esta situación era tenida en cuenta por López, quién advertía agudamente los estragos que la diplomacia del patacón causaban en Argentina, “Ningún resultado ha conseguido la Confederación Argentina porque ha perdido su nacionalidad y patriotismo”[6]. Sin embargo, Paraguay consideraba que todavía contaba para su inevitable conflicto con Brasil con la masa de los federales argentinos y blancos orientales.
Curiosamente, Rosas, aunque antiguo enemigo de Paraguay por no reconocer su independencia, nunca hubiera permitido que el extranjero navegara el Paraná o cruzara las Misiones para hacerlo. Así, López llegó a la conclusión que desde la caída de Rosas, correspondía al Paraguay (impermeable a la diplomacia del patacón) poner límites al Imperio.

Paraguay y la unidad nacional: López  intervino en el acuerdo del 11-11-1859 que posibilitó la Unidad Nacional, poniendo fin a la separación de Bs.As. de la Confederación Argentina. Urquiza fue quien le había solicitado mediar en su enfrentamiento con Bs.As., el que le sería finalmente favorable al vencer en forma aplastante a los ejércitos de Mitre en la batalla de Cepeda.
Luego de la victoria, se le debe a López el haber evitado el baño de sangre a producirse en Bs.As. cuando Urquiza se dirigía con toda su furia. Penosamente se llevaron a cabo las negociaciones hasta que el 10 se concluyó el pacto de Unidad Nacional: Buenos Aires se unía a la Confederación, se modificaría la Constitución Nacional y se reservaría su banco y su ferrocarril. Al día siguiente, Urquiza lo ratificaría solemnemente.

Política oriental. Los blancos en el gobierno.
Los blancos orientales son a los federales Argentinos, lo que los colorados a los unitarios. En estos términos es que un blanco, Bernardo Berro asume la presidencia del Uruguay en 1860.
Desde un comienzo quiso pacificar el país dictando la amnistía a todos los colorados excluidos del ejército y la política de su país. Pero uno de ellos, Flores, prefirió formar parte del ejército de Mitre.
Flores era jefe de la vanguardia de Mitre y el máximo exponente del partido colorado. Desde esa condición, Flores pide participación en los destinos públicos de su país. Su idea era realizar una revolución apoyada desde el exterior, en particular desde la Argentina de Mitre. Sin embargo, el presidente uruguayo creía en la buena fe de Mitre a pesar de que los preparativos de Flores se hacían a plena luz del día y bajo los secretos  auspicios de Mitre. Pero López no era tan crédulo como Berro, quien ya en marzo de 1862 le dirá, “...Flores ha de ir a Uruguay día más o día menos, y que lo iba a hacer sin decir ‘allá voy’ ” (Transc. Por L.A. de Herrera La diplomacia, etc...,I 399).
El futuro desplazamiento de los blancos también gozaba del apoyo brasileño, especialmente después que se conocieron las noticias de Pavón. Sin embargo, debido a un conflicto entre el Imperio y Gran Bretaña (cuestión Christie), Flores solo contó para iniciar la guerra civil en la República Oriental en 1863 con el apoyo de Mitre. No obstante, Flores se las arreglaría para reunir hombres y armas provenientes tanto de  Bs.As. como de Brasil. 
Sobre la iniciativa de Flores, José María Rosa postula tres hipótesis probables con respecto a los apoyos que le permitieron iniciar el conflicto. La primera de ellas es que Flores actuó por su cuenta; es la posición de la historiografía oficial argentina.
La segunda sostiene que Flores actuó de acuerdo con Mitre; en este sentido se argumenta que Flores era General del ejército argentino; el no pronunciamiento de Mitre ante las pruebas de su futura agresión; y el hecho que Flores salió de día y en el buque de guerra argentino Caaguazú.
La tercera supone que Flores y Brasil estaban de acuerdo con los ministros de Mitre, a espaldas del general, debido a la segunda hipótesis, ésta queda prácticamente invalidada.  
El comienzo de las hostilidades de Flores en Uruguay fue el que provocó aquel inevitable enfrentamiento que había mencionado López, entre Paraguay y Brasil, al que además, Argentina se encontraba atada.
Brasil y Argentina juntos actuaban en favor de Flores; Paraguay apoyando el gobierno legal de Berro. La intervención brasileña no se hizo esperar y en 1864 la escuadra imperial aparece en el Río de La Plata al mando del almirante Tamandaré que escoltaba a Saraiva con su “ultimátum” al gobierno legal uruguayo (castigo de los criminales, indemnización de los brasileños perjudicados y libertad de los prisioneros de guerra). El 30 de agosto de 1864, Argentina decidió apoyar la invasión brasileña a través de un protocolo formalizado por Saraiva y Elizalde, mediante el cual, se garantiza la colaboración del gobierno argentino en la intervención brasileña en la República Oriental. El gobierno del Paraguay enterado de la intervención brasileña comunicó a su representante en Asunción que dicho país “juzgará cualquier ocupación del territorio oriental como atentatoria al equilibrio de los Estados del Plata, descargándose, desde luego, de toda responsabilidad de las ulterioridades”, era la declaración de guerra al Brasil. Mientras la plaza de Paisandú se defendía de casi 10.000 hombres que la asedian, Paraguay envía una escuadra para tomar las posiciones brasileñas en el Matto Grosso. De estos sucesos Brasil no se preocupa puesto que su objetivo principal era tomar Montevideo, y recién después caer sobre Paraguay. El desastre comenzó de manera irremediable para la Argentina cuando López pidió autorización para transitar con sus tropas por territorio argentino (Misiones) con el fin de salvar la plaza uruguaya. El pedido fue desestimado por Mitre el 10-2-1865. Frente a esto, Paraguay declaró la guerra (19-3-1865) “al actual gobierno de la República Argentina”.

La visión de Alberdi.[7]
En este punto me propongo glosar algunas de las citas que considero más importantes sobre la postura de Alberdi acerca de cuál debería haber sido la actitud argentina frente al Paraguay en función de la política de poder brasileña en el Plata. En ellas, se desprende además la relación y opiniones de Alberdi en relación al gobierno de Mitre.
“No hay, en efecto, un sólo interés fundamental de orden social, económico, político, geográfico para toda esta porción de América, que no esté comprometida gravemente en la cuestión que hoy se llama del Paraguay, y que no es en realidad sino la cuestión del Brasil, vista por un reverso”. Alberdi asevera en su obra que Argentina llegó al conflicto inducida por los manejos de la Cancillería brasileña, sin embargo no hace ninguna alusión al hecho de que tal injerencia se puso patéticamente de manifiesto a partir de sus instigaciones frente a ese mismo país, para destituir a Rosas, el cuál era el más importante reaseguro frente a tal influencia como así lo reconoce el mismo López.
Luego Alberdi se pregunta por qué sería desaconsejable la intervención brasileña en los asuntos del Plata. “...Por dos razones capitales: 1a.Porque el Brasil no es el país que puede dar a los pueblos del Plata los elementos de prosperidad y civilización que a él mismo le faltan por igual causa que a sus vecinos, a saber: lo de su condición de ex colonia del Portugal, emancipada diez años más tarde que las colonias españolas de su vecindad ¿Qué necesitan, en efecto, para el desarrollo de su civilización las repúblicas del Plata? Población inteligente y laboriosa, capitales, industria, artes, ciencias, manufacturas, máquinas, usos, inspiraciones de países más cultos y adelantados en civilización. Pero esto es cabalmente lo mismo que el Brasil necesita, porque carece de ello en el mismo grado que sus vecinos.
2a.Tampoco podría el imperio servir a las repúblicas vecinas en sus intereses de paz interior, de gobierno republicano, de centralismo, de igualdad civil sin esclavos, de igualdad fluvial universal y no solo para ribereños, de comercio exterior directo, de integridad nacional, porque en todos estos grandes intereses de los países del Plata, servirse a sí mismo, es para el imperio dañar a sus vecinos; servir a sus vecinos es arruinar y destruir la propia existencia del imperio: tanto es el antagonismo que divide, en el fondo, a los anómalos aliados...El hacho es que todo el fondo de la cuestión que se disfraza con la guerra del Paraguay se traduce nada menos que a la reconstrucción del imperio del Brasil”.
Para Alberdi la preponderancia de Brasil en la región trae aparejado un grave problema, la posibilidad de que los ríos interiores no sean libres, evitando un mayor comercio exterior. Esta no es una preocupación nueva para Alberdi, lo mismo le daba que el control se hiciera por la Argentina de Rosas con la acaparación de los impuestos por parte de Buenos Aires, o por el Brasil imperial.
Ahora Alberdi busca explicar cómo llevó el Brasil a cabo su plan de influencia en el Plata sin encontrar mayores obstáculos, particularmente en Buenos Aires. “...Las dos condiciones de la reconstrucción imperial son la conquista y la contrarrevolución...Tres son los elementos principales con los que cuenta el Brasil para llevar a cabo esa tarea: 1o.La debilidad de los aliados que los hace ser instrumentos involuntarios del engrandecimiento del imperio. 2o.La inferioridad comparativa del Paraguay.3o.La magnitud y el poder relativos del imperio brasileño...En el Plata son débiles las instituciones, no los hombres ni las cosas. No se equivoca el Brasil en contar con la división que debilita a la República Argentina, como con su mejor elemento de predominio. A ella debe, al menos, todo lo que hoy realiza en el Paraguay...El Brasil no está en el Plata, hoy día, por la fuerza de sus cañones, sino por la división argentina, que debilita el poder de esa república hasta quitarle no solamente todo medio de resistir al Brasil, sino hasta crearle la necesidad de traer ella misma al Brasil al corazón de sus negocios...El triunfo del Brasil en el Plata no consiste en la caída del gobierno de López. Ya lo tiene en parte conseguido por la caída del centralismo argentino..., el Brasil podría regalarle toda su escuadra sin riesgo de disminuir...su preponderancia presente, con tal de que su aliado le conserve...la unidad indivisible de la provincia de Buenos Aires, de que es consecuencia lógica y necesaria; 2a.la unidad divisible y dividida de la República Argentina en catorce unidades  provinciales soberanas, cuyo resultado natural es; 3a.el espíritu de ver amistad y aversión a Buenos Aires en la idea de reconstruir la unidad nacional del poder argentino...;4a.el empeño equivocado de creer, sin confesarlo, que puede existir una causa de Buenos Aires distinta de la causa nacional argentina, y a menudo antagonista. 5a.un modo de ser el amigo de Buenos Aires, equivale en el fondo a ser el enemigo de la República Argentina; y 6a...mientras se toma como causa de Buenos Aires, lo que es, por sus efectos prácticos, la causa del Brasil contra Buenos Aires y contra la República Argentina...Lo que Buenos Aires ha venido construyendo con tanta labor, por espacio de sesenta años, como el edificio de su preponderancia provincial en la República Argentina, no es ni más ni menos que el cimiento más sólido del edificio imperial que el Brasil se ocupa de construir en este momento, por la mano de los mismos argentinos”.
Aquí se presenta una de las directrices del pensamiento político alberdiano, una república centralizada pero sin privilegios de Buenos Aires con respecto a las demás provincias. Confirma esta opinión su incomparable estima a Pueyrredón y su odio a Rosas. Siguiendo en este orden de cosas, Alberdi le hecha la culpa de los males argentinos al federalismo, “La centralización no es otra cosa que la autoridad fuerte, condición de vida de todo Estado...ley natural, según la cual una sociedad necesita de un gobierno común para hacer vida común y general, es decir, vida nacional y de Estado civilizado...Ese cambio (centralismo argentino), dejará al Brasil, más tarde o más temprano, sin la base que hoy ofrece a sus planes de reconstrucción imperial, la división que debilita y frustra la acción del pueblo argentino”.
Alberdi continua desarrollando los motivos que condujeron al Brasil a la guerra; así distingue dos objetivos de guerra: uno ostentado, la libertad; otro oculto, la conquista. “Llevar la libertad interior al Paraguay, era suponer que el pueblo de ese país se consideraba tiranizado por su gobierno...Todo el plan de guerra ha plantificado en esa hipótesis, que el testimonio de los resultados no ha tardado en desmentir...A las ofertas de una libertad interior, de que el Paraguay no sospechaba estar privado, su pueblo ha respondido sosteniendo a su gobierno...El Paraguay cree defender su libertad exterior, y en efecto, la defiende, pues pelea por su independencia...El Brasil es hábil en personificar en López la causa de la guerra..., pero la América no es ciega para no ver que tras la persona de López, hay seis grandes principios puestos en el mayor peligro, a saber:1º el principio republicano significa el orden establecido; 2ºla libertad fluvial de que depende la del comercio exterior destinado a poblar y civilizar el interior de esa parte de América; 3ºla garantía más eficaz de esa libertad, que es la existencia soberana del Paraguay, país litoral de los afluentes del Plata, que vive de esa libertad; 4ºel equilibrio político de dos sistemas de gobierno y de dos nacionalidades antagonistas; 5ºla igualdad civil o democracia sin esclavos; 6ºel equilibrio americano amenazado por la reconstrucción de un imperio en detrimento territorial de más de una de sus repúblicas...”.
Todas estas opiniones vertidas por Alberdi no tardarían en disgustar a los porteños mitristas. Estas reacciones movieron a Alberdi a profundizar sus críticas, en una serie de cartas[8], que por lo demás expresan su opinión sobre los mismos temas pero en término más duros y específicos.
“Toda la prensa del general Mitre ha recibido la consigna de imputarme un folleto titulado:Les dissensions des Républiques de la Plata et les Machinations du Brésil, como un acto de traición. Pertenezco a esas ideas desde muchos años, no solo en su oposición contra el localismo absorbente de Buenos Aires, sino en su afinidad con la tendencia del Paraguay a la resistencia liberal. Nunca he sido extraño a la oposición argentina, que tuvo por aliado natural al Paraguay más de una vez. (Sin embargo) ¿Soy menos consecuente cuando desapruebo la alianza actual con el Brasil, después de haber aplaudido la de 1851?, la inconsecuencia estaría en aceptar las dos; la de 1851, que tuvo por objeto libertar a la República Argentina de la tiranía localista de Buenos Aires; y la de 1865 que tiene por objeto restaurar esa dominación sobre las provincias y países interiores; la que sirvió a un interés esencialmente argentino y la que no sirve sino estos dos intereses extranjeros:1o reivindicar la provincia brasileña del Matto Grosso para su dueño; 2o derrocar al Presidente del Paraguay, para que el Brasil logre su objeto y salve su integridad del mismo golpe con que destruye la de sus aliados o instrumentos”.
Los que hallaron preferible la mediación del Paraguay[9] a la de Francia e Inglaterra, son los que llevan hoy la guerra a ese pueblo a título de bárbaro! ¿Qué pruebas ha dado ulteriormente de su barbarie que modifiquen la aplicación de los deberes argentinos? Ha sacado la espada en defensa de la independencia de la Banda Oriental contra el Brasil y ha entrado en Corrientes, en lugar de dejar que el Brasil ocupase esta provincia, como quería el neutral general Mitre, para que hiciera de ella el cuartel general contra el enemigo”.

Conclusiones de Alberdi sobre la política de Mitre:  “No estaría en guerra el general Mitre contra el Paraguay, no lo habría llevado antes a la Banda Oriental, no estaría el Brasil en el Plata si la unión argentina fuese un hecho...la guerra es hecha cabalmente para evitar la unión, porque la unión practicada con verdad, es el hacho que debe quitar a la Provincia de Buenos Aires lo que esta provincia arrebata a la Nación por la división o desunión de su territorio en dos países, uno tributario otro privilegiado. Si Buenos Aires deseara la unión de los argentinos  no habría necesitado  buscarla por el camino de la guerra con el Paraguay. Hay un camino más corto, que está siempre en su mano, y sería devolver a la Nación lo que es de la Nación -su renta, su tesoro-. La triple alianza actual es la liga de tres enemigos natos, cada uno de los cuales desconfía más de su aliado que de su enemigo común”.

La guerra y sus consecuencias
No hubo nunca una guerra más impopular que la llevada por la Argentina contra el Paraguay. Solo un grupo minúsculo la apoyaba. Fue una guerra cruenta, feroz. Más de 700.000 paraguayos sucumbieron al cabo de cinco años de resistencia. Los altos hornos y la fundiciones fueron volados; los sembrados destruidos; las ciudades arrasadas.
Hasta aquí a querido llegar este trabajo, dejando de lado las consecuencias inmediatas y los pormenores del conflicto, queriendo ahora rescatar en palabras de Perez Amuchastegui, cuales fueron las consecuencias atroces de solución a larguímo plazo, a las que tuvo que enfrentar Paraguay, descontando el genocidio, “Paraguay, al comenzar la guerra, (estaba) sin deuda externa, contaba con una renta de £ 1.750.000 que respaldaba una emisión de moneda cuatro veces inferior. Ahora en cambio ya no tenía nada. Y la generosa banca londinense fue en su auxilio: un millón de libras  esterlinas en 1871, y dos más en 1872, que nunca llegaron a destino...Pero estos préstamos estaban avalados por 20.000 leguas de tierra fiscal...Según Carlos Pereyra, la deuda externa paraguaya alcanzaba a £ 7.500.000 en 1908...”.


DIPLOMACIA:
Perú, Chile y Ecuador firmaron en 1856 un tratado continental a fin de fomentar la unión de las naciones hispano – americanas y así enfrentar la agresión europea.[10]
Los firmantes del Tratado decidieron convocar a un Congreso a realizarse en Lima dirigido a contener a Europa y en donde se excluía de su participación expresamente a Estados Unidos. Cuando el gobierno argentino recibió la invitación en noviembre de 1862, la rechazó. El gobierno de Mitre sostuvo que Argentina no compartía ningún tipo de antagonismo hacia Europa, por el contrario, se afirmaba que nuestro país estaba identificado en un todo con Europa.
Tal posición de Mitre, además de expresar una política eminentemente pragmática, sirve para identificar lo que serán una serie de constantes, que a partir de entonces serán relevantes en la formulación de la política exterior de nuestro país:
·         Predominio de la relación Argentina – Europa que durará hasta el gobierno de Yrigoyen en el plano político y permanentemente en el plano económico.
·         Aislacionismo de Argentina frente a las restantes naciones americanas. La idea de Argentina era que cada nación debía bastarse a sí misma y manejarse según los intereses y necesidades presentes en cada país. Tal idea será el inicio del futuro aislacionismo argentino.
·         ‘Política de no intervención’ en otros países.

La justificación de Mitre era que las naciones de América Latina, a diferencia de las europeas, no podían ofrecer lo que Argentina necesitaba para su desarrollo: comercio, capitales, inmigrantes y cultura.
Por otro lado, Mitre hablando sobre lo que el consideraba como un falso americanismo, hará una crítica a la inoperancia de una supuesta hermandad de los pueblos americanos, sosteniendo que era tiempo que abandonásemos esa mentira pueril de que éramos hermanitos, y que como tales solo estaríamos enajenando nuestra soberanía; por el contrario Mitre pensaba que como había quedado demostrado con toda claridad en casos como el de las Malvinas, la agresión anglo-francesa contra la Confederación, la intervención francesa en México y el incidente entre Paraguay y Gran Bretaña, el americanismo era inoperante en la práctica, especialmente sin la participación de Estados Unidos. 
                   
CAMBIOS ECONÓMICOS Y SOCIALES:

·         El censo de 1869 sirve para mostrar la evolución demográfica que estaba sufriendo Argentina. Nuestro país tenía 1.737.000 habitantes de los cuales el 28 % estaba radicado en Bs.As. El 12 % eran extranjeros, de los cuales el 47 % estaba en Bs.As. La primer gran oleada inmigratoria comenzó en 1850 y continuó durante las presidencias de Mitre y Sarmiento.
·         EL 75 % de la población era rural aunque solo el 5 % eran propietarios. Por ello, y para reducir el número de grandes propiedades improductivas, Sarmiento se lanzó a la formación de colonias (Chivilcoy) alcanzando a fundar 146 entre Córdoba y Santa Fe.
·         El aumento de la población rural por la inmigración posibilitó el aumento del desarrollo agrícola. Dejó de importarse trigo y se empezó a exportar harina. En 1875 el rubro que más había crecido era la producción de cereales y en 1878, el acto más importante de la presidencia de Avellaneda, según el propio presidente, fue la primera exportación de trigo. En cuanto a la ganadería, el ovino reemplazó al vacuno al punto que en 1880 la lana representaba alrededor del 50 % de las exportaciones.
·         La importación de máquinas – herramientas creció un 12 % en el período 1868-1874, dato que señala el nacimiento de una industria incipiente. Así, aumento la producción de ropa, jabones, vino y azúcar.
·         El ferrocarril tuvo un desarrollo extraordinario. Al Ferrocarril del Oeste, propiedad de la provincia de Bs.As., se sumaron el Ferrocarril del Sur y el Ferrocarril Central Argentino que unía Rosario, Córdoba y Tucumán, ambos de capital británico. El Ferrocarril del Sur servía para dar salida a la producción agrícola de Bs.As. por lo que siempre dio ganancias. El Ferrocarril Central Argentino sólo era una empresa de fomento nacional  que buscó arraigar nuevos pobladores en el centro del país, por ello siempre dio perdidas. Los capitales argentinos no intervinieron en el desarrollo del país ya que los inversores argentinos preferían invertir en tierras.



CUESTIÓN DE LÍMITES CON CHILE:

En 1865 Chile denunció el tratado de 1856 (mantenía el estatus quo limítrofe) como transitorio, reclamando al mismo tiempo sus derechos sobre la Patagonia (Tesis de Amunátegui). Basado en ese antecedente, el canciller chileno Ibáñez volvió a reclamar en 1872 derechos al este de los andes a partir del río Deseado hacia el sur. Se basaba en que Sarmiento mismo había sostenido tales derechos, aunque en realidad Sarmiento sólo se había referido al derecho de Chile a permanecer en el Estrecho. Desestimando el pedido, Sarmiento contestó que el límite entre los dos países era la cordillera y no la línea divisoria de aguas, aunque sí admitió el derecho de los pueblos del Pacífico de permanecer en el Estrecho, exceptuando la Tierra del Fuego. El conflicto llegó a su punto más alto cuando el gobierno chileno reiteró sus derechos sobre la Patagonia desde el río Diamante hasta el sur, lo que fue rechazado por nuestro gobierno. Finalmente se llegó a  un nuevo statu quo: Chile en el Estrecho, Argentina en Santa Cruz.

Mientras sucedían estos hechos, Argentina llevó adelante dos estrategias clave. Por un lado, la Campaña del Desierto iniciada por Alsina y virtualmente finalizada en su segunda fase (1879) por Roca. Por otro lado, nuestro gobierno creó una flota moderna  y dividió la Patagonia en las gobernaciones de Patagonia y Magallanes.

Nuevamente, en 1876 la situación volvió a complicarse cuando un buque chileno detuvo un barco francés en Santa Cruz alegando jurisdicción en esas aguas. En 1877 volvió a repetirse un incidente similar, llegando ambos países al borde de la guerra. Como respuesta, Avellaneda ordenó mover inmediatamente la escuadra argentina y estacionarse en Santa Cruz al tiempo que el Congreso nacional disponía el avance terrestre hasta el río Negro.
Finalmente, el 6 de Diciembre de 1877 se firmó el tratado Pierro – Sarratea por el cual se consagró un nuevo statu quo: Chile en el Estrecho y Argentina en el Atlántico.
Fue de gran importancia para acordar dicho tratado la circunstancia que Chile iniciaba por ese entonces una disputa con Perú y Bolivia por los territorios salitreros del norte, problema que desembocó en la guerra entre Chile y la Confederación Boliviano-Peruana, el año 1879. Naturalmente, la opinión pública Argentina apoyaba a Perú; sin embargo, Avellaneda se mantuvo neutral continuando así la política exterior de Mitre.
No obstante y a pesar del declarado neutralismo argentino, los chilenos no se sentían del todo seguros y enviaron un representante (Balmaceda) para llevar adelante un arreglo de límites definitivo con Argentina. Como resultado de dichas gestiones, en 1881 ambos países firmaron el tratado que definió la cuestión hasta que la Reina de Inglaterra arbitrara sus derivaciones más importantes.


Paz con Paraguay
Cuando la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay terminaba en los hechos,  el canciller argentino pronunció una de las frases más desafortunadas de la diplomacia argentina: “La victoria no da derechos  a las naciones aliadas para declarar por sí los límites suyos que el tratado señaló”. La declaración provocó en Brasil una gran confusión sospechando que nuestro gobierno pretendía anexarse los territorios que ocupaba (Chaco) además de considerarla violatoria del pacto de la Triple Alianza.
El gobierno de Sarmiento empeoró aun más las cosas al sostener que la guerra había sido contra López por lo que al haber muerto el tirano estábamos en paz con Paraguay, por lo tanto, no se puede firmar la paz con quien no se está en guerra. Basta con hacer regresar los ejércitos y esperar a que se constituya un nuevo gobierno representativo en Paraguay.
Brasil en cambio sostuvo que el gobierno paraguayo es la expresión de una necesidad real y tiene capacidad política y legal. Así la paz puede y debe firmarse con el gobierno que exista.
En cuanto a la ocupación del Chaco, Argentina sostendrá que es provisoria y que recién discutirá los límites con un gobierno paraguayo constituido.
Mitre se sumará a la disputa argumentando que si la victoria no da derechos, entonces ¿para qué habíamos ido a la guerra? Inmediatamente, en Bs.As. estalló una guerra política contra Sarmiento.
Paralelamente, Brasil mantenía la ocupación militar del suelo paraguayo y se disponía a formar el nuevo gobierno provisional paraguayo quién se volcó naturalmente por la posición de Brasil con quién contaría para intentar recuperar el Chaco. Poco tiempo después, el gobierno paraguayo, apoyado por Brasil, declaraba oficialmente su derecho a discutir los límites territoriales.
A esta altura la conclusión era que para Brasil habían quedado firmes sus límites y cuestionados los de Argentina.
Correspondió a Avellaneda en 1876 firmar el tratado definitivo de paz. Paraguay aceptó los límites argentinos hasta el río Pilcomayo y el territorio chaqueño al norte de dicho río sería sometido al arbitraje del presidente de los Estados Unidos; las islas del Cerrito y Apipé pasaban a Argentina, la de Yaciretá a Paraguay.  Finalmente, en 1878 el presidente Hayes dio su fallo arbitral otorgando todo el territorio en litigio al Paraguay. Cárcano dirá: Paraguay había ganado en la paz lo que había perdido en la guerra.



Presidencia de Sarmiento (1868-1874)

Fue Lucio V. Mancilla quién lanzó en nombre del ejército en campaña en el Paraguay la candidatura de Sarmiento. Era la primera vez que el ejército actuaba como un actor político utilizando la fuerza de la institución en la lucha electoral. Cuando las provicias cuyanas anticipan su apoyo a Sarmiento, Alsina decide abandonar su candidatura a presidente por el partido autonomista y unirse a la fórmula de Sarmiento como su vice. No era fácil la posición de Sarmiento al asumir la primera magistratura. En primer lugar estaba condicionado por su Vicepresidente Alsina, quién le debía haberle dado la estructura partidaria del Partido Autonomista; al mismo tiempo debió enfrentar la oposición mitrista cuya consigna fue ‘voltear al Ministerio’. Es por ello que Sarmiento debía buscar el apoyo de quién le permitiera llevar adelante su obra de gobierno sin condicionamientos. Fue su acercamiento a Urquiza, su antiguo enemigo, el que le daría ese apoyo. Sin embargo, después de consolidar simbólicamente su acuerdo visitando a Urquiza en San José (“Ahora si que me creo presidente”) estalló la revolución federal, latente desde 1861, contra Urquiza. Fue López Jordán el líder de la revuelta. Dos meses después de la visita de Sarmiento, el 11/4/1870, Urquiza y dos de sus hijos eran asesinados y López Jordán se hacía nombrar nuevo gobernador de Entre Ríos. Sarmiento intervino inmediatamente la provincia ordenando reducir la revolución. Finalmente, en enero de 1871 López Jordán es derrotado en Naembé. Con López Jordán desapareció el último ejército provincial que hacía temible a su gobernador y jefe. Dos años después, López Jordán volvió a revelarse invadiendo Entre Ríos pero fue derrotado completa y definitivamente en Don Gonzalo.
También molestó al presidente el accionar de los Taboada en Santiago del Estero para lo cual primero envió al Gral. Rivas al norte con el objeto de limitar su influencia fuera de Santiago. Taboada no tardó en comprender que no podría enfrentar al presidente debiendo aceptar que el gobierno nacional desarmara su sistema de influencias hasta desaparecer con su muerte en 1872.

LAS IDEAS SOCIOLÓGICAS DE SARMIENTO:
La barbarie por el atribuida al interior del país tenía su origen en las costumbres transmitidas por España. Sarmiento solía hablar mal de España considerándola una de las potencias más atrasadas de Europa y de mentalidad cerrada. Tampoco era complaciente con la cultura indígena. Por ello, para Sarmiento era necesario cortar con esas herencias a través de la inmigración proveniente de naciones más desarrolladas que España y de la educación masiva.
También pesaban la poca densidad de la población y el atraso en el comercio y las comunicaciones.
Eran esas enormes masas populares y atrasadas las que prestaban apoyo a los caudillos, a quienes culpaba del atraso institucional argentino.
En Facundo contrasta la obra de los primeros liberales argentinos, como Rivadavia, con las de su generación. Mientras los rivadavianos eran iluministas – enciclopedistas, creyentes en la razón y en la adaptabilidad humana a las construcciones institucionales, los actuales desconfían de la posibilidad de modificar la conducta humana sin evaluar primero sus tendencias instintivas. Esas tendencias se moldean a través de la cultura y se cristalizan y se transmiten a través de la familia, formando grupos que coinciden con las razas y cuyas actitudes solo cambian lentamente.

“Con las paradojas del Contrato Social se sublevó la Francia; Buenos Aires hizo lo mismo; Voltaire había desacreditado al cristianismo, se desacreditó también en Buenos Aires; Montesquieu distinguió tres poderes y al punto tres poderes tuvimos nosotros…Sólo después de la Revolución de 1830 en Francia…las ciencias sociales toman nueva dirección, y se comienzan a desvanecer las ilusiones.
Desde entonces comienzan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaire no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista…Desde entonces sabemos algo de razas, de tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes históricos”.

Por lo tanto, el constructor de instituciones debe adaptarlas a las características y tradiciones culturales de su sociedad, aunque manteniendo una perspectiva racional para llevarlo acabo.
Rousseau pensaba que la autoridad se basaba en un contrato razonablemente acordado entre gobernantes y gobernados. Contrariamente, Sarmiento sostendrá que la Revolución Americana destruyó los fundamentos tradicionales que sostenían un orden, una forma de autoridad, sin que fueran sustituidos por otros. Ese problema no se pudo resolver con un ‘contrato’.

“…Donde hay deliberación y voluntad, no hay autoridad…
Me explicaré. Arrebatado a la España Fernando VII, la autoridad, aquel hecho permanente, deja de ser, y la España se reúne en juntas provinciales, que niega la autoridad  los que gobiernan en nombre del rey. Esto es federación de la España. Llega la noticia a la América, y se desprende de la España, separándose en varias secciones: federación de la América.
La República Argentina se divide en provincias, no en las antiguas Intendencias, sino por ciudades: federación de las ciudades.
La República Argentina se hallaba en esta crisis social, y muchos hombres notables y bien intencionados de las ciudades creían que es posible hacer federaciones, cada vez que un hombre o un pueblo se sienten sin respeto por una autoridad nominal y de puro convenio…
Pero la República Argentina está geográficamente constituida de tal manera, que ha de ser unitaria siempre, aunque el rótulo de la botella diga lo contrario”.

¿Cómo establecer la autoridad sin autoritarismo? Aquí chocarán las visiones de Sarmiento y Alberdi. Este último enfatiza la obediencia al poder constituído y enfatiza la necesidad de una autoridad legítima. No basta la mera rebeldía para enfrentar el autoritarismo a excepción de Caseros y la Revolución de Mayo. En su lugar es preciso amortiguar las demandas evitando así la guerra civil. Se diferenciaba de Sariento señalando que mientras aquél buscaba destruir la ‘barbarie’, él consideraba que había que adaptarse a esas condciones diseñando instituciones que se adapten a ese medio hostil.
 Sarmiento era más voluntarista pensando que había que aprovechar la oportunidad de estar en el poder para introducir al máximo las nuevas instituciones.

 “…Dos bases había sospechado para la regeneración de mi patria: la educación de los actuales habitantes, para sacarlos de la degradación moral y de masa en que habían caído, y la incorporación a la sociedad actual de nuevas razas”.

Para Alberdi, sin embargo, la educación por sí sola había hecho más mal que bien, en el mejor de los casos había sido inocua. Así, en las Bases dirá:

“Se hace este argumento: educando nuestras masas, tendremos orden; teniendo orden vendrá la población de afuera.
Os diré que invertís el verdadero método de progreso. No tendréis orden ni educación popular, sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados en ese orden y buena educación…”

Por lo tanto, para Alberdi el desarrollo económico sería el artífice de todos los cambios, para lo cual había que asegurar la estabilidad política aunque fuera a costa de una dosis de autoritarismo.
En la práctica, Sarmiento había demostrado también creer en la necesidad de usar la fuerza bruta como demostró en su accionar contra los caudillos del interior. Sólo la población educada y bien remunerada crearía instituciones libres.

En cuanto al tema inmigratorio, Sarmiento dará su particular parecer en el libro La condición del extranjero en América donde señalaba que el gran agente modernizador de la inmigración atrasada que llegaba a Argentina era la existencia de oportunidades de trabajo, altos salarios y posibilidades de independizarse. La garantía estaba dada en la abundancia de tierras.


CONTEXTO ECONÓMICO Y CULTURAL:

Aumentó el tendido de vías ferroviarias que permitió unir ahora las zonas productivas del interior que ahora podían enviar su producción al exterior en condiciones rentables y se desarrolló el telégrafo que unió por primera vez Bs.As. con Rosario y Montevideo.
En materia de colonización, el proyecto de Sarmiento de crear colonias de pequeños productores como la Chivilcoy no fueron suficientes; no obstante, la inmigración seguía llegando a nuestro país.
El censo de 1869 también señaló que la mayoría de los habitantes de nuestro país era analfabeto  (82%). Peor aun, la inmigración que llegaba a nuestro país tenía las mismas carencias. “Es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad. Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela”. Recibió el gobierno con 1082 escuelas y lo entregó con 1816. También construyó escuelas normales para formar a los maestros al tiempo que se fundaron más Colegios Nacionales y bibliotecas populares. Esta tarea la realizó con la ayuda de su Ministro de Educación, Avellaneda.
No olvidó tampoco el desarrollo científico. Creó la Academia de Ciencias, y la Facultad de Ciencias Físicas.
Sarmiento también estaba obsesionado por la reforma del ejército, robusteciendo el equipamiento del ejército y la marina. Quería que fuese un ejército técnico y subordinado, al tiempo que apolítico y disciplinado. Para ello fundó el Colegio Militar y la Escuela Naval y envió al Congreso Nacional un proyecto de ley por el cual buscó impedir que los militares gestaran fórmulas políticas. Sin embargo, Sarmiento mismo había contribuido a iniciar esa conducta al intervenir las provincias con el ejército para derrocar los caudillos del interior y al aceptar que el ejército se pronuncie proclamando su candidatura presidencial. También fueron causales la Guerra con Paraguay y potenciales enfrentamientos con Chile y Brasil.
Sarmiento aprobó el Código Civil encargado por Mitre a Vélez Sársfield y se sancionó una ley que reglamentaba la manera de obtener la ciudadanía por parte de los extranjeros.
En materia médica, hubo que enfrentar la terrible epidemia de fiebre amarilla que atacó Bs.As. en 1871, algunos creen como consecuencia de la guerra del Paraguay. Tal fue el número de muertos que hubo que ampliar los cementerios existentes además de crear el de la Chacarita.
En cuanto a la literatura, el género gauchesco marcó un hito importante en 1872 cuando se publicó El gaucho Marín Fierro de José Hernández. José Manuel de Estrada, católico liberal, fue autor de ensayos históricos que buscaban desarrollar una ciencia política basada en la experiencia nacional, especialmente en una interpretación de la época de Rosas y del caudillismo federal en la obra Política liberal bajo la tiranía de Rosas (1873).


Presidencia de Avellaneda (1874-1880)

Llegando el final de la presidencia de Sarmiento ya se conocían las candidaturas principales: Mitre por el Partido Nacionalista; Alsina por el Partido Autonomista; y Avellaneda que al igual que Sarmiento no tenía partido que lo respaldara aunque sí el total apoyo oficial del presidente. Sin embargo, Alsina advirtió una vez más que su porteñismo le impediría llegar a la presidencia optando por unir sus fuerzas con Avellaneda, no como su vicepresidente sino poniéndose al frente de un Ministerio clave como el de Guerra. Además, esta alianza buscó nacionalizar definitivamente al autonomismo, por lo que pasó a llamarse Autonomismo Nacional.
Cuando llegó el momento de la elección, el gobierno volcó toda su influencia a favor de su candidato, a través del fraude. De hecho, en Bs.As., único lugar donde no se pudo hacer fraude, se impuso Mitre. Como respuesta Mitre lanzó la rebelión, pero el nuevo gobierno nacional no tuvo dificultades en disolverlos aunque al precio de una situación política por demás inestable fruto de ilegitimidad con la que había llegado al poder.
La estrategia de Avellaneda para salvar este déficit se conoce como la política de ‘conciliación’. Primero, robusteció la alianza que lo llevó al poder, formada por un lado por la mayor parte de los gobernadores del interior nucleados en un partido nacional muy dependiente del favor oficial y por otro por la facción porteña liderada por Alsina. A él le dio el Ministerio de Guerra y Marina, mientras que Bernardo de Irigoyen, porteño de tradición federal le confió la Cancillería.
El segundo paso de su estrategia y más decisivo estaba dirigido al sector opositor más duro liderado por Mitre. Con él, sólo tres años después de haber asumido el mando, logra concretar el pacto conocido como Conciliación:

·         Se otorgó una amnistía a quienes habían participado en el levantamiento.
·         Se repartieron entre los firmantes las candidaturas a las futuras elecciones de Gobernador y diputados, fundamentalmente en Bs.As. Allí, irían como candidato a gobernador el autonomista Carlos Tejedor de origen unitario y muy permeable a las ideas de Mitre, y como candidato a vicegobernador José María Moreno perteneciente al riñón del mitrismo. Las listas de diputados se completaron con miembros de ambos grupos.
·         Al Ejecutivo se incorporaron dos ministros mitristas: Rufino de Elizalde y José María Gutiérrez.

Este acuerdo que otorgaba tantos beneficios a los mitristas provocó la separción de un sector de autonomistas a ultranza que no quería transar con el enemigo de ayer, separándose del partido. El grupo disidente estaba liderado por Aristóbulo del Valle y Leandro Alem. Este sector luego fundaría el partido Republicano que llegó a contar con el apoyo de Sarmiento.


RELACIONES ANGLO-ARGENTINAS:

El período 1875-1882 puede caracterizarse como un período de depresión y recuperación político. Los años 1862-1875 fueron de grandes transformaciones para los intereses británicos en Argentina y de los intereses argentinos en su propio país. Cuando la velocidad del proceso disminuyó, afloraron tensiones económicas y financieras que se proyectaban en la vida política y que exigieron una reconsideración de la política británica en Argentina. En 1876 se produjo una amenaza directa a las inversiones británicas en nuestro país y en 1880 el estallido de una pequeña guerra civil puso en peligro la estabilidad política del Río de la Plata, lo cual determinó que los intereses británicos en Argentina pidieran una intervención política británica, con el fin de proteger los intereses de los propietarios británicos.
La crisis económica que comenzó en 1873 no alcanzó a todas las ramas de la economía argentina o de los intereses británicos en Argentina. Algunas ramas del comercio sufrieron más que otras por lo que algunos inversores sufrieron más que otros también. Todos los bancos sufrieron una disminución en sus beneficios pero no todos quebraron. Lo mismo puede decirse en el caso de los ferrocarriles. Es esa desigualdad en el impacto de los acontecimientos económicos la que determinó que la respuesta política del gobierno británico tampoco fuera pareja. En el pasado, un bloqueo, guerra civil o una baja de los precios afectaba a los intereses en el Río de la Plata de manera uniforme y suscitaba una demanda uniforme de acción política y diplomática; pero la complejidad de los nuevos acontecimientos hacían imposible cualquier tipo de acción política que no fuera como predijo  Castlereagh de laissez-faire.
Desde 1862-1872, las exportaciones británicas a la Argentina seguían aumentando de manera gradual y creciente. En 1872 este aumento excedió todos los registros anteriores. En 1873 y especialmente en 1874, las exportaciones estuvieron por debajo de su promedio. Pero en 1875 y 1876 las exportaciones obtuvieron un registro todavía peor. Entre 1872 y 1876 el índice de exportaciones británicas se redujo en más del 50%. En 1877 hubo un indicio de recuperación y para el año 1882 el índice superaba al del año 1872.
En el año 1876, el peor de la crisis, el gobierno argentino decretó la convertibilidad de los billetes del Banco Provincial de Bs.As. En mayo el Gobierno de Santa Fe decretó la liquidación de la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata y encarceló al gerente. También el Banco Mercantil se encontró al borde de la liquidación.
El resurgimiento de la producción y de las exportaciones argentinas salvó a los ferrocarriles de la experiencia de los bancos. En 1875, por ejemplo, tanto el Ferrocarril Sur como el Central Argentino informaron que habían aumentado sus ingresos. La depresión ferroviaria llegaría recién en 1878. Los precios en el mercado mundial estaban bajando y el aumento continuo del patrón oro hacía que la conversión de las entradas en libras dieran pérdidas. Sin embargo, fue una crisis momentánea ya que en 1879 y 1880 la producción aumentó  y las exportaciones comenzaron a subir. Incluso la inflación monetaria benefició a los ferrocarriles ya que los costos no subían tan rápido como las tarifas.
En cuanto a los títulos públicos del estado argentino, especialmente los del gobierno nacional, fueron muy susceptibles a la depresión desde su inicio en 1874. La razón es simple: en la década del 1870 como en la del ’20, la mayor fuente de ingresos era la aduana. Los grandes volúmenes de importaciones hacían crecer las rentas del estado fomentando la política de garantizar beneficios para los ferrocarriles e inversiones públicas. Cuando las importaciones cayeron, cayeron también las rentas públicas. Como resultado, la caída de las importaciones de 1876 precipitó la crisis ante la imposibilidad de continuar realizando los pagos en metálico. El Gobierno nacional no podía pagar en oro los cupones del último trimestre de 1876 por lo que los tenedores debieron aceptar el pago en pesos papel al interés corriente. Luego se supo que los intereses de la deuda se pagaron mediante un préstamo de la Baring Brothers. Para salvar el crédito de la Nación se realizaron una serie de préstamos intergubernamentales, concediendo la pcia. de Bs.As. préstamos al gobierno Nacional y éste a alguna de las pcias más pobres.
Finalmente, y gracias a que el gobierno suspendió la toma de préstamos más el aumento de las exportaciones registrado en 1877 y 1878 fueron factores favorables para superar la crisis. Así, también comenzó a desaparecer la amenaza que pesaba sobre los títulos públicos. En 1881 también quedaron saldadas las cuentas con los ferrocarriles, tocantes a la cláusula de garantía.

Ahora bien, ¿Qué sucedió entre el país y los extranjeros durante los años de crisis 1874-1881? Las empresas ferroviarias y los bancos ingleses sufrían el permanente ataque de la prensa y el Congreso. Se criticaba el alto precio de los ferrocarriles y que el gobierno pagara garantías a quienes estaban brindando un servicio supuestamente deficiente. La situación más grave se dio en 1876 cuando el gobierno de Santa Fe emprendió una acción contra el Banco de Londres y Río de la Plata al cerrar su sucursal y encerrar su gerente. Este banco era una empresa por acciones y su principal accionista era el Gobierno de Santa Fe. La idea era presionar al Banco de Londres a prestar la suma de 500.000 pesos plata (80.000 libras) por seis meses ante lo cual el gobierno de Santa Fe no decretaría la liquidación. El Foreign Office se enteró de los acontecimientos con indignación pero se abstuvo de actuar. Lo mismo hizo la embajada alemana ya que el gerente era alemán. Además, en 1876 había demasiados intereses argentinos mezclados en el proceso de desarrollo económico que dependían del capital extranjero para aceptar alegremente semejante picardía financiera gauchesca. En Inglaterra sin embargo, los funcionarios legales de la Corona recomendaban una acción enérgica aunque el Conde de Derby logró hacer prevalecer la calma. No obstante, el Encargado de Negocios, St. John envió una cañonera británica hasta Rosario. Al mismo tiempo, Drabble, presidente del directorio del Banco de Londres y Río de la Plata llegó a Bs.As. para hacerse cargo de las negociaciones con el Ministro de Relaciones Exteriores argentino y con el capitán de la cañonera británica. Las cosas comenzaron a mejorar, en especial cuando St. John le indicó a Irigoyen la merma en la actividad del Ferrocarril Central Argentino por lo que el gobierno nacional debería pagar 100.000 libras según indicaba la cláusula de garantía. Esta noticia fue la que precipitó el accionar de Irigoyen a favor de una solución política rápido. Llamó inmediatamente al gob. de Santa Fe presionándolo a que arregle inmediatamente el asunto. Finalmente, Santa Fe devolvióel metálico que se había apoderado y Drabble convino en renunciar a toda compensación, a cambio de que el Banco de Londres y Río de la Plata pudiera reiniciar sus actividades en Santa Fe.

Durante los cinco años que van desde 1874 a 1879  se habían manifestado fuerzas disociadoras. Algunas eran propias de la Argentina que ahora estaba terminando; algunas precursoras de la Argentina del futuro. Pero ninguna había sido lo suficientemente fuerte para vencer los intereses rurales argentinos y esos intereses a su vez estaban resueltos a mantener relaciones cordiales con la clase comercial de Europa, en particular con la británica. Tanto el tono de la prensa como la acción del gobierno en el asunto de la sucursal del Banco de Londres y Río de la Plata, demostró que cualesquiera que fueran las diferencias entre los intereses argentinos y las empresas extranjeras, aquellos deseaban que continuaran llegando los capitales desde el exterior. Gran Bretaña contribuyó a mantener la estabilidad política, al mantener baja la temperatura de las relaciones internacionales entre Europa y el Río de la Plata. Gran Bretña no ejerció ninguna presión sobre Argentina e incluso desalentó la inmigración a Argentina por el temor que dichas personas, su propiedad y dinero, pudieran comprometer demasiado a Gran Bretaña.







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[1]Crónica histórica argentina, tomo IV, Codex, Buenos Aires, 1972, pp.158-170.
[2]Durante su mandato, en el año 1852, Buenos Aires reconoció la independencia paraguaya. Recuérdese que este era una posibilidad, que para Rosas estaba fuera de discusión por concebirla como inadmisible.
[3][3]Crónica histórica argentina, op. cit., en Más allá de la crónica, Perez Amuchástegui, 4-LXI.
[4]Rosa, J.M., La guerra del Praguay y las montoneras argentinas, Peña Lillo, 1968.
[5]Llamado originariamente Irineo, fue galardonado con el título de Barón de Mauá justamente por haber sido el que con sus recursos financieros había logrado su objetivo de hacer caer a Rosas hecho que estabilizó las instituciones políticas y sociales brasileñas y dió hegemonía a Brasil en el Continente.
[6]Palabras de López dirigidas a Guido, representante de la Confederación Argentina.
[7]Alberdi, J.B., El Brasil ante la democracia de América. Las disensiones de las Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil, Ediciones Ele, Buenos Aires, 1946, pp. 11-30.
[8]Alberdi, J.B., Los intereses argentinos en la guerra del Paraguay con el Brasil (Cartas dirigidas a sus amigos y compatriotas), París.
[9]Se refiere a la mediación de López en la Unidad Nacional Argentina, hecho ya consignado en este trabajo.
[10] Intento de Napoleón III de establecer en México un frente latino y católico contra la influencia sajona y protestante de los Estados Unidos. Para ello, apoyó a Maximiliano que sin embargo no pudo superar la resistencia juarista. Finalmente, cuando Estados Unidos finaliza en 1866 su guerra civil, comienza a terciar en el conflicto volcando su resolución a favor de los liberales republicanos, lo que terminó con la derrota y el posterior fusilamiento de Maximiliano.

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